
Ser Catequista no es un acto
aislado, más o menos constante; es como una forma de ser, una opción de vida. Y
es un “ministerio”, un servicio a la fe, a la Iglesia, al que Dios llama y en
el que Dios acompaña para el bien de quienes estamos llamados a acompañar.
Pero no esperes una llamada al
móvil o una carta de Dios. La llamada de Dios tiene lugar en un gesto, a
menudo, aparentemente intrascendente...