Es fácil que durante el año nos instalemos en la fatiga de lo cotidiano y, como contraste, tenemos estas vacaciones como tiempo alternativo. |
Así es, el verano si algo consigue, es romper con lo cotidiano, con el ritmo habitual. Los horarios se suavizan, y nos levantamos más tarde, nos acostamos a las mil, cambiamos la rutina, las comidas, el ejercicio,…
El Verano, las vacaciones, no están llamadas a ser “vacío”, sino momento alternativo, de oportunidad de hacer cosas distintas, de visitar personas y lugares menos habituales y de encontrarnos con personas y espacios nuevos,… quién sabe si alguno de esos espacios, alguna de esas personas se quedarán por más tiempo en nuestras vidas y formarán parte de la gozosa cotidianidad.
Para dar lugar a esa novedad alternativa, es preciso estar alerta; es necesario darle oportunidades a que algo suceda.
Pero se trata también de dar la oportunidad, de recuperar la atención sobre todo aquello que normalmente -por las prisas y urgencias, las preocupaciones y la fatiga de lo cotidiano- no prestamos atención.
El verano nos ofrece la posibilidad de dejarnos seducir por las cosas importantes, esas que ahogan la actividad y la ansiedad, las urgencias: ¡cómo me gustaría ofrecer tiempo de calidad a mis hijos!, ¡disfrutar de esa compañía sin mirar el reloj y pensar que mañana tengo que madrugar!,…
Y propongo también, dar un espacio a la contemplación, a mirar con profundidad y disfrutar interiormente de la admiración de lo que contemplamos (la naturaleza, una puesta de sol, a mis hijos jugando o la complicidad de mi esposa, una sonrisa o un gesto, el paso del tiempo sin más,…)
Te vendrá bien, seguro, mirar tu tiempo cotidiano con distancia. Será una oportunidad para dar gracias a Dios en estas horas de reposo por los logros, las expectativas cumplidas, los aciertos y… también las equivocaciones, los errores y fracasos que se convierten en aprendizaje cuando somos capaces de verlos con distancia y serenidad y sobre todo, cuando los ponemos en manos de Dios.
Recorre nombres, rostros, historias,… que han ido pasando este año por tu vida y agradece a Dios lo que te han enseñado, lo vivido y compartido, lo encontrado y lo que aún está por llegar, los sueños y presencias, las fatigas e ilusiones, las palabras y silencios… Y que esos nombres, historias, palabras, sentimientos,... reposen contigo en el corazón de Dios.
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