| En la solemnidad de la Asunción celebramos que la Virgen María después de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial. “Sólo la perspectiva de la eternidad puede dar valor auténtico a los acontecimientos históricos y sobre todo al misterio de la fragilidad humana, del sufrimiento y de la muerte. Contemplando a María en la gloria celestial, comprendemos que… aun entre las numerosas dificultades diarias, no debemos perder la serenidad y la paz. La señal luminosa de la Virgen María elevada al cielo brilla aún más cuando parecen acumularse en el horizonte sombras tristes de dolor y violencia. Tenemos la certeza de que desde lo alto María sigue nuestros pasos con dulce preocupación, nos tranquiliza en los momentos de oscuridad y tempestad, nos serena con su mano maternal. Sostenidos por esta certeza, prosigamos confiados nuestro camino de compromiso cristiano adonde nos lleva la Providencia. Sigamos adelante en nuestra vida guiados por María. ¡Gracias!” (Benedicto XVI) |