La tumba vacía (Jn 20,1-9). Evangelio del Domingo de Resurrección.



El domingo de resurrección no termina la celebración de la Pascua, EMPIEZA. Permanezcamos como testigos gozosos de la vida en medio de un mundo cotidiano que sufre demasiadas muertes.

 

 

 

 

Lo que celebramos los cristianos es la pascua, el paso, de una muerte a la vida. Lo cual, no termina el domingo de resurrección, sino que precisamente empieza, o mejor dicho, nunca terminó. De modo que, no suframos operaciones retorno, no regresemos de lo que en estos días hemos visto y oído, sino que permanezcamos ahí como testigos gozosos de la vida, en medio de un mundo cotidiano que sufre en demasiadas muertes.

 
    El Evangelio del domingo de pascua trae un curioso protagonista: el sepulcro, que hasta 7 veces se reseña, y los personajes se mueven en torno a él: van, vienen, vuelven, miran, se detienen, pasan... Aquel sepulcro no era un tumba cualquiera. Para unos, como los sumos sacerdotes y los letrados, el sepulcro era el final de la pesadilla que para ellos tal vez fue Jesús. Para otros, como Pilato, tal vez el final de un susto que le puso contra las cuerdas haciendo peligrar su poltrona política. Para otros, finalmente, como los discípulos, el sepulcro era su pena, su escándalo, su frustración. Es posible que, recordando tantas palabras de su Maestro, aún mirarían aquel lugar con una débil esperanza... por si acaso.

 
    Pero llegó Magdalena, y al ver aquello así, abierto y sin Jesús, pensó lo más natural: que alguien había robado el cadáver. Y comunicado a los Apóstoles, corrieron para ver. El discípulo a quien Jesús quería, vio y creyó. Y comenzaron a entender la Escritura, a reconocer como verdad lo que ya les había sido otras veces anunciado: que Jesús resucitaría. No hay espacio ya para el temor, porque cualquier dolor y vacío, cualquier luto y tristeza, aunque haya que enjugarlos con lágrimas, no podrán arañar nuestra esperanza, nuestra luz y nuestra vida... Porque Cristo ha resucitado, y en Él, como en el primero de todos los que después hemos seguido, se ha cumplido el sueño del Padre Dios, un sueño de bondad y belleza, de amor y felicidad, de alegría y bienaventuranza. El sueño que Él nos ofrece como alternativa a todas nuestras pesadillas.

 

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
5 Abril 2015
Domingo de Pascua

 

 


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