La Navidad nos visita un año más, nos mira a los ojos y toca nuestras fibras más profundas e ilumina con |
La Navidad nos visita un año más, nos mira a los ojos y toca nuestras fibras más profundas e ilumina con luz brillante los espacios más oscuros y más claros, nuestros dolores y alegrías, las contradicciones y los logros que cargan nuestras mochilas.
Es Dios mismo quien nos visita, nada menos, y quien toca a la puerta, nada más; suavemente, sin forzar, nos visita la promesa, el esperado, para llenar de futuro y esperanza nuestro camino.
Y Dios se hace tan cercano, tan de los nuestros, tan de dentro,... que nos conmueve el pequeño de Belén a la intemperie tan sin nada, tan sólo, tan frágil, tan como yo, como nosotros.
¿Cómo no felicitarnos ante el misterio?
¿Cómo no abrir el corazón a la promesa?
¿Cómo no contemplar la revelación del mismo corazón de Dios?
Hoy no caben muros ni cerrojos, hoy es momento de contemplar y adorar. Hoy nos vuelve a sorprender Dios, hoy en la Humanidad irrumpe Dios. ¿Cómo no felicitarnos?
Está bien el jaleo de la fiesta, claro que sí, claro que hay una poderosa razón para la alegría..., pero que el ruido no ahogue el misterio que nos da motivo para la celebración... que las luces no nos deslumbren para que podamos contemplar la profundidad y la hondura del amor de Dios que se nos revela en Jesús... que el sabor íntimo y familiar de la navidad no nos encierre en nosotros mismos y, como los Magos de Oriente, salgamos a buscar a las fronteras, en la exclusión, al Dios que se nos revela pobre y a la intemperie en el dolor de los que sufren.
Feliz Navidad
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