Reflexión compartida en el VI Domingo de Pascua


Tal vez sea el último domingo con el Templo cerrado y a partir del lunes 18, solemnidad de San Leonardo Murialdo abriremos el Templo para las celebraciones con aforo reducido y siguiendo con todo respeto las recomendaciones de las autoridades sanitarias y las de la Conferencia Episcopal. Estad atentos a la información que iremos publicando en el Blog y en Facecebook donde encontraréis la información actualizada.

 
 Buen domingo a todos.

 Tal vez, sea el último domingo con el templo cerrado.

 Y, a partir del lunes, 18 de Mayo, solemnidad de San Leonardo Murialdo, abriremos el templo para las celebración de la eucaristía: a las 10 h y a las 20 h., los días de diario y las 10 h, 11:30 h y 13 h, los domingos, con aforo reducido y con todas las medidas de seguridad: mascarilla, guantes, “distancia física” entre personas.



 Para el lunes, día de san Leonardo Murialdo, fundador de los Josefinos, Pepe ha elaborado un bonito soporte que nos ayudará a celebrar en casa a nuestro santo. Lo podréis encontrar desde el domingo por la tarde en el Blog.

 El 3 de mayo hemos clausurado el Año Murialdino, y lo hemos hecho desde el confinamiento, sin poder realizar todos los actos que estaban programados en Turín, en la Iglesia de Ntra. Sra. de la Salud, donde en una urna reposan los restos mortales de nuestro Fundador.

 Pero los santos están en el cielo y siempre podemos acudir a su intercesión.

 Le pedimos a San Leonardo Murialdo que nos bendiga, que bendiga sobre todos a los niños y jóvenes que él tanto amó y a los que entregó su vida.



HOMLIA DOMINGO 6º DE PASCUA
En tiempos de confinamiento


Hech 8, 5-8.14-17
La ciudad de Samaría se llenó de alegría.

 En aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. El gentío unánimemente escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría. Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaría había recibido la Palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo; pues aún no había bajado sobre ninguno; estaban solo bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo. 

 Los Hechos de los Apóstoles vienen definidos como el Evangelio del Espíritu Santo, porque narran como el Espíritu desborda y llena la tierra, a pesar de persecuciones, que resultaron ser semillas de creyentes, de nuevas comunidades.

 Hoy se nos narra cómo Felipe se fue a una tierra tradicionalmente hostil, Samaria, considerada para los judíos una región hereje, y sin embargo, allí, el Espíritu actúa, convierte y hace cristianos.

 Pero todo proceso de conversión no resulta nunca fácil, exige un camino, una purificación, una interiorización. Los samaritanos fueron impresionados por los signos que acompañaban la predicación de Felipe, sin embargo, sólo posteriormente recibieron la plenitud del Espíritu con la llegada de los apóstoles.

 La reflexión que podemos hacer ante este relato es si nuestra fe, heredada desde siglos, es simplemente una religión hechas de ritos, de rezos, de prácticas externas, de normas morales o en cambio es una manera de entender la vida, una creencia profunda donde basamos nuestra vida.

 La sociedad de hoy intenta reducir la fe cristiana al ámbito puramente individual, que no influye en el entramado social, económico, ético y político. 

 Se pretende, desde algunos sectores, que no se debe manifestar públicamente la fe porque pueden herir la sensibilidad irreligiosa de muchos no creyentes o conculcar la laicidad de nuestros estados democráticos occidentales.

 Si Jesús no hubiera anunciado públicamente su mensaje, no habría molestado a nadie, ni habría sido crucificado. Sería la muerte de la fe si la reducimos a algo puramente espiritual, desencarnada.

 En cambio, nuestra fe cristiana, nos capacita, codo a codo con tanta gente de buena voluntad, creyente y no creyente, para luchar y transformar radicalmente nuestro mundo, a veces tan cruel, injusto y egoísta, en un mundo más humano y fraterno.

 Y este es el anhelo que está inscrito en el corazón de todos, pero que no todos lo quieren leer. Toda una tarea que nada tiene de individual, de sacristía, sino de público y comunitario, en grupo, en amistad con todos.

Jn 14,15-21
El Padre os dará otro Paráclito.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y Yo también lo amaré y me manifestaré a él»


 Un evangelio, el de hoy, para místicos, ante el cual sólo se puede balbucear o callar. La mística no es una experiencia de unos pocos privilegiados, es para todos. Como bien decía el teólogo Karl Rahner “el cristiano del futuro o será un místico o no será cristiano.”

 El párrafo del evangelio se desarrolla en siete versículos en los que, por siete veces, Jesús repite su mensaje: al inicio de todo y al final de todo, una unión de amor.

 Son palabras que destilan unión, cercanía, intimidad, un tú a tú, cuerpo a cuerpo con Dios, en una divina monotonía: El Padre os dará el Espíritu que quedará con vosotros, para siempre; que estará en vosotros; yo mismo vendré a vosotros; vosotros estaréis en mí y yo en vosotros; jamás huérfanos:

 Estar en, quedar en: cada uno, sarmiento que está unido a la vid, misma planta, misma savia, misma vida. Cada uno, gota del mismo manantial.

 Si me amáis: un punto de partida libre, humilde.
 Jesús no dice: debéis amarme, es vuestro preciso deber; o, ¡ay de vosotros si no me amáis! Ningún chantaje, ninguna obligación, puedes adherirte o puedes rechazar, en total libertad. Si me amáis, observaréis… Amar a Jesús es peligroso, pero, te cambia la vida. “Es imposible amarte impunemente” (Turoldo), sin pagar el precio con moneda de vida nueva.

 Si me amáis, seréis transformados en otra persona, llegaréis a ser la prolongación de mis acciones, reflejo de mi mirada.

 Si me amáis, observaréis mis mandamientos, no por obligación, sino por fuerza interior; tendréis la energía para actuar como yo, para adquirir un sabor de cielo, de enemigos perdonados, de mesas preparadas, y luego, de abrazos.

 Como la savia en primavera cuando empuja en la corteza seca de los sarmientos y los abre y salen yemas, hojas, racimos y flores. El cristiano es así, un amado que se vuelve en amante. En el amor, el hombre asume un rostro divino, Dios asume un rostro humano.

 Los mandamientos que propone Jesús no son los de Moisés sino los suyos, los que Él ha vivido. Son la crónica del amor, los gestos que resumen su vida, que viéndolos no te puedes equivocar: es ÉL.

 El que se pierde buscando a la oveja perdida, a los publicanos, a las prostitutas, a las viudas pobres, que hace de los niños los conquistadores de su reino, que ama el primero hasta perder el corazón.. “No os dejaré huérfanos

 Yo vivo y vosotros viviréis. Nosotros vivimos de vida recibida y después de vida entregada. Nuestra vida biológica va continuamente alimentada y nuestra vida espiritual vive cuando alimenta la vida de otros.

 Amando a Jesús y siendo fieles a su amor es como descubrimos que Dios está presente en el mundo, en la vida de las personas, en los que sufren y son víctimas del egoísmo y de la injusticia.

 Un Dios que tiene cara de Padre que sufre por sus hijos, que sale a esperarles cada día a los caminos del mundo, que organiza una gran fiesta cuando los recupera para que sean libres y felices.


 Pidamos hoy al Espíritu de Jesús la fuerza necesaria para hacer de nuestra fe un estilo de vida, el estilo de Jesús. Amén.


Mariano, párroco


Quien se suscribe al Hijo, se suscribe al Padre.
Y Él descargará de la nube su Espíritu Santo.




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