El Papa Benedicto XVI en su Mensaje a favor de la paz en este año que
comenzamos, constata con alegría que los cristianos de hoy caminando con los
hombres se comprometen en la historia anunciando a Cristo y promoviendo la paz.
El Papa nos llama la atención sobre siete cuestiones.
Ofrecemos un RESUMEN DEL MENSAJE
Cada nuevo año trae la esperanza de un mundo mejor.
En este tiempo de la globalización, causan alarma los sangrientos
conflictos y amenazas de guerra, la creciente desigualdad entre ricos y pobres,
el predominio de una mentalidad egoísta que se expresa en un capitalismo
financiero no regulado. Representan un peligro para la paz, el terrorismo y la
delincuencia internacional, los fundamentalismos que distorsionan la naturaleza
de la religión, llamada a favorecer la reconciliación entre los hombres.
Numerosas iniciativas de paz enriquecen el mundo. El hombre está hecho
para la paz, que es un don de Dios.
La bienaventuranza es una
promesa
La bienaventuranza es una promesa dirigida a todos los que se dejan
guiar por las exigencias de la verdad, la justicia y el amor. Dios es totalmente solidario con ellos.
Se vive la experiencia gozosa de compartir la vida de Dios, la
verdadera paz nace del encuentro del hombre con Dios.
La ética de la paz es ética de la comunión. Es indispensable, que las culturas actuales superen antropologías en
las que las relaciones de convivencia se inspiran en criterios de poder o de
beneficio.
Condición previa para la paz es el desmantelamiento de la dictadura del
relativismo moral. La ley moral natural está inscrita por Dios en la conciencia
de cada hombre. La paz es la construcción de la convivencia en términos
racionales y morales: “El Señor da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su
pueblo con la paz”, dice el Salmo 29.
La paz, don de Dios y obra del
hombre
Paz interior con uno mismo, y paz exterior con el prójimo y con toda la
creación. Comporta la construcción de una convivencia basada en la verdad, la
libertad, el amor y la justicia. La negación de la naturaleza del ser humano,
en su capacidad intrínseca de conocer la verdad y el bien y, a Dios mismo, pone
en peligro la construcción de la paz.
Para ser un auténtico trabajador por la paz, es indispensable cuidar el
diálogo constante con Dios, Padre misericordioso. Así se podrá vencer ese
germen de oscuridad que es el pecado: el egoísmo y la violencia, la codicia y
el deseo de poder y dominación, la intolerancia, el odio y las estructuras
injustas.
Somos una sola familia humana. Se estructura mediante relaciones
interpersonales e instituciones, por un “nosotros” comunitario, que implica un
orden moral, en el que se reconocen los derechos recíprocos y los deberes
mutuos.
La paz es un orden vivificado por el amor, sintiendo como propias las
necesidades del prójimo, de hacer partícipes a los demás de los propios bienes,
y de tender a la comunión de los valores espirituales. Es un orden en la
libertad de las personas, que asumen la responsabilidad de sus propias obras.
La paz no es un sueño, la paz es posible. Todo hombre ha sido creado a
imagen de Dios y llamado a crecer, contribuyendo a la construcción de un mundo
nuevo. Dios mismo, ha entrado en la historia, haciendo surgir una nueva
creación y dándonos la posibilidad de tener “un corazón nuevo”. Toda persona y
toda comunidad está llamada a trabajar por la paz. Es la realización del bien
común de alcance mundial.
Los que trabajan por la paz
aman, defienden la vida en su integridad
El camino del bien común y de la paz pasa por el respeto de la vida
humana, desde su concepción, en su desarrollo y hasta su fin natural. Los
trabajadores por la paz, defienden la vida humana en sus dimensiones: personal,
comunitaria y trascendente.
Quienes sostienen el aborto o la eutanasia, proponen la huida de las
responsabilidades, que envilece a la persona humana. La muerte de un ser
inocente, nunca podrán traer felicidad o paz.
¿Cómo es posible pretender conseguir la paz, el desarrollo integral de
los pueblos o la salvaguardia del ambiente, sin que sea tutelado el derecho a
la vida de los más débiles?
La estructura natural del matrimonio debe ser reconocida como la unión
de un hombre y una mujer, y tiene un papel insustituible en la sociedad.
Es cooperación a la paz el reconocimiento de la objeción de conciencia
con respecto a leyes que atentan contra la dignidad humana, por parte de los
ordenamientos jurídicos y la administración de la justicia.
Entre los derechos para la vida pacífica de los pueblos, está el de la
libertad religiosa de las personas y las comunidades. La libertad de elegir la propia religión, la
libertad de anunciar y comunicar su enseñanza, organizar actividades educativas
o asistenciales que permitan aplicar los preceptos religiosos, ser y actuar
como organismos sociales, según los principios y fines institucionales que les
son propios.
Se lamenta el Papa de que se estén multiplicando los episodios de
intolerancia religiosa, especialmente en relación con el cristianismo.
La ideología del liberalismo radical insinúa que el crecimiento
económico se ha de conseguir incluso a costa de erosionar la función social del
Estado y de las redes de solidaridad de la sociedad civil, así como de los
derechos y deberes sociales.
Uno de los derechos y deberes sociales más amenazado es el derecho al
trabajo. El trabajo no está valorizado,
el desarrollo económico se hace depender de la libertad de los mercados. El
trabajo es considerado una variable dependiente de los mecanismos económicos y
financieros. La dignidad del hombre,
exige que “se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo
por parte de todos. Que la concepción del trabajo se robustezca, como bien
fundamental para la persona, la familia y la sociedad. Es un deber y un derecho que exige nuevas y
valientes políticas de trabajo para todos.
Construir la paz mediante un
nuevo modelo de desarrollo y de economía
Es necesario un nuevo modelo de desarrollo, una nueva visión de la
economía según una vida buena, una conducta recta que reconozca el primado de
la dimensión espiritual y la llamada a la consecución del bien común.
Para salir de la actual crisis financiera y económica, se necesitan personas, grupos e instituciones
que promuevan la vida, para aprovechar incluso la crisis como una ocasión de un
nuevo modelo económico.
Se necesitan políticas de desarrollo industrial y agrícola que se
preocupen del progreso social y la universalización de un estado de derecho y
democrático. Es imprescindible, la
estructuración ética de los mercados monetarios, financieros y comerciales;
estos han de ser estabilizados y controlados, de modo que no se cause daño a
los más pobres.
Trabajar por la paz atendiendo la crisis alimentaria, mucho más grave
que la financiera. La seguridad de los aprovisionamientos de alimentos a causa
de crisis relacionadas con las oscilaciones de los precios de las materias
primas agrícolas, los comportamientos irresponsables por parte de agentes
económicos y un insuficiente control por parte de los gobiernos y la comunidad
internacional.
Para hacer frente a esta crisis, los que trabajan por la paz están
llamados a actuar juntos con espíritu de solidaridad, desde el ámbito local al
internacional, con el objetivo de poner a los agricultores en las pequeñas
realidades rurales, en condiciones de poder desarrollar su actividad de modo
digno.
La educación a una cultura de la
paz: la familia y las instituciones
Todos los que trabajan por la paz están llamados a cultivar el bien
común de la familia y la justicia social, así como el compromiso por una
educación social idónea.
El papel decisivo e indispensable de la familia, célula base de la
sociedad, tiene como vocación natural promover la vida. La familia cristiana
lleva el germen del proyecto de educación de las personas según el amor divino.
Es necesario tutelar el derecho primario de los padres en la educación de los
hijos. En la familia crecen los que trabajan por la paz, los futuros promotores
de una cultura de la vida y del amor.
En la educación a la paz están implicadas las comunidades religiosas.
La nueva evangelización, tiene como pilares la conversión a la verdad y al amor
de Cristo y un nuevo nacimiento espiritual y moral de las personas y las
sociedades.
Las instituciones culturales desempeñan una misión en la renovación de
las instituciones y pueden contribuir a una reflexión científica que asiente
las actividades económicas y financieras en un sólido fundamento antropológico
y ético.
El mundo político, necesita un pensamiento nuevo, una nueva síntesis
cultural, para armonizar las múltiples tendencias políticas con vistas al bien
común.
Una pedagogía de la paz pide una rica vida interior, claros referentes
morales y estilos de vida apropiados. Es necesario enseñar a los hombres a
amarse y educarse a la paz, y a vivir con benevolencia. Decir no a la venganza,
reconocer las propias culpas, aceptar las disculpas y perdonar. Que los errores
y las ofensas puedan ser reconocidos para avanzar juntos hacia la
reconciliación.
Es un trabajo lento, supone una evolución espiritual, una visión nueva
de la historia humana. Es necesario renunciar a la falsa paz que prometen los
ídolos de este mundo, que hace las conciencias cada vez más insensibles, que
lleva a encerrarse en uno mismo, a una existencia atrofiada, vivida en la
indiferencia.
La pedagogía de la paz implica acción, compasión, solidaridad,
valentía, perseverancia, los discípulos de Jesús harán el descubrimiento que en
el mundo está Dios, solidario con los hombres.
Pidamos a Dios que ilumine con su luz la mente de los
que gobiernan las naciones, para que, aseguren y defiendan el don hermosísimo
de la paz;
Que encienda las voluntades de todos los hombres para
echar por tierra las barreras que dividen, para fomentar comprensión, para
perdonar a cuantos nos hayan injuriado. Bajo su auspicio y amparo, todos los
pueblos se abracen como hermanos y florezca y reine siempre entre ellos la paz.
Que todos sean verdaderos trabajadores y constructores
de paz, de modo que la ciudad del hombre crezca en fraterna concordia, en
prosperidad y paz.
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