El Jueves celebramos LA ENTRAÑABLE MISERICORDIA DE DIOS



Durante esta semana vamos a ir reflexionando sobre el Sacramento del Perdón, de la Reconciliación, de la Penitencia, la Conversión, de la Misericordia. Lo celebraremos el próximo jueves, 7 de marzo, a las 19:15, y merece la pena saborearlo, pensarlo y compartirlo, participar y hacer de esta celebración un momento denso de nuestra vida; denso porque nos encontramos con el Dios entrañable que nos revela Jesucristo que toca e ilumina nuestro corazón vulnerable.


Parece como si nos costase o nos resistiésemos a entender y vivir este Sacramento y le ponemos muchas etiquetas.

En realidad son distintos ángulos de una realidad que toca lo más profundo de nuestra vida, espacios de nuestro ser de mucha densidad, vulnerables, ocultos, misteriosos,…

Son espacios donde se producen y generan heridas que se cierran o sangran, donde nos desgarramos y en los que podemos sentir la alegría más plena, la vida abierta a la esperanza, el arraigo, la curación, la confianza,…

Y en esos espacios se hace presente Dios, se desvelan sus entrañas de Misericordia, su ser Padre llega a su máxima expresión, se revela el sentido de su proyecto que se hace Camino Nuevo, nuevo sueño, esperanza, alegría plena,… Y en ese espacio se revela mi misterio de fragilidad, mediocridad, vida inacabada que no puede dejar de aspirar a la plenitud, que se resiste a instalarse en un espacio que no me lanza más allá de mí mismo y me impide proyectarme hacia algo nuevo que me llene.


¿Cómo puedo entrar de verdad en ese espacio? ¿Cómo entrar en verdad? ¿Cómo sentir allí mi verdad?

Si en ese espacio me encuentro con Dios, de repente cobra luz, se ilumina, se llena de sentido, empieza a tener sentido… Y no el sentido que le pueda dar yo desde mí mismo sino la presencia de Dios como el Padre de la parábola del Hijo Pródigo que es acogida, que me revela el misterio más profundo y el sentido más lúcido de mi vida, que me invita a salir de ese espacio vulnerable, áspero, incómodo, vacío,… para entrar con Él renovado, perdonado en una nueva dimensión que me abre con lo mejor de mí mismo –que está ahí aunque lo tapen mis miserias-, al sueño de Dios, a su plan, su proyecto que recorre la vida, el mundo, la historia y nos conduce a la plenitud que se abre con su presencia.

Y es que mi barro, mi miseria, mi fragilidad,… Dios la mira de otra manera. Y entonces siento el perdón que anhelo y me libero de miedos, inseguridades, apegos,… y se libera en mí otra nueva dinámica que me desinstala del rencor, la venganza, el resentimiento,… y me proyecta al perdón, a la misericordia, la compasión,… me renueva, me hace un hombre-una mujer nuevos.

El próximo Domingo leeremos en las Eucaristías la parábola del Hijo Pródigo. Léela despacio y contempla al Padre que nos regala el espacio de libertad que desperdiciamos, al hijo que entra en su miseria y contempla el abismo de su vulnerabilidad, entra en verdad, anhela otra vida y hace un camino de retorno al perdón del Padre que le entraña con amor, no le juzga con dureza, y le restaura renovando su condición.

Esta parábola es el paradigma para entender de verdad el sentido del Sacramento de la Reconciliación, de la Misericordia.

Si nos cuesta entenderlo, leyendo esta parábola, se nos abrirá una nueva luz.




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