Comentario al Evangelio del XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, 3 Noviembre 2013


Lucas es el único evangelista que nos narra el episodio de Zaqueo. Jesús, que lee los corazones, toma la iniciativa y se invita a todos los suyos a casa de Zaqueo. Su intento para ver al maestro se ha visto recompensado con creces. Y la presencia de Jesús y sus palabras le cambian el corazón. La conversión de Zaqueo nos muestra que la fe en Jesús comporta un cambio de actitud y de estilo de vida.
Primera Lectura: Sabiduría 11, 22 – 12, 2
Salmo 144: Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío mi Rey
Segunda Lectura: 2ª Tesalonicenses 1, 11-22
Evangelio Lucas 19, 1-10

Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad.
Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a una higuera para verle, pues iba a pasar por allí.
Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo:
“Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa”.
Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.
Al verlo, todos murmuraban diciendo:
“Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador”.
Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor:
“Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo”.
Jesús le dijo:
“Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”.




QUIERO VER A JESÚS

Señor, Tú me estas llamando.
Y yo tengo miedo de decirte que sí.
Tú me buscas y yo trato de esquivarte.
Tú quieres apoderarte de mí, y yo me resisto,
y así no acabo de entender
qué es lo que deseas de mi.

Tú esperas una entrega completa.
Es cierto, y yo a veces estoy dispuesto a realizarla
en la medida de mis fuerzas.
Tu gracia me empuja por dentro
y en esos momentos todo me parece fácil.

Pero bien pronto me planto, vacilo,
apenas me doy cuenta de lo que tengo que sacrificar
delante de una dolorosa ruptura definitiva.

Señor, sufro en ansia, combato en la noche.
Dame fuerzas para no rehusar.
Ilumíname en la elección de lo que Tú deseas.
Estoy dispuesto, Señor.

J. LEBRET


Nos fijamos particularmente en la frase final de Jesús “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”

Por un lado, Jesús que es la salvación de Dios, se ha alojado en casa de Zaqueo, e incluso se ha alojado en su corazón. Y por otra parte, la salvación, entendida como conversión a Dios y a los hermanos, ha transformado la vida de Zaqueo.

El esfuerzo ha merecido la pena y, sin embargo la autoinvitación de Jesús no deja dudas sobre la iniciativa que es de Jesús. Como en el caso de Zaqueo, es preciso poner los medios, ponerse a tiro, estar situado, para que la Gracia, para que Jesús, el Plan de Dos, pueda pasar por nuestra vida.
Dios no actúa ni interviene al margen de la persona. Jesús invita –se autoinvita-, propone –se autopropone-, seduce, cautiva,… pero es preciso estar dispuesto a ello, es necesario estar abierto a la Gracia, al don para que éste se aloje, se despliegue en nosotros en toda su potencialidad.
El evangelio de este domingo, nos invita a pensar en nuestra actitud. Si, como reza la oración con la que hemos abierto el comentario, verdaderamente quiero ver, deseo el encuentro, suspiro por buscar a Jesús,…

Si Dios pasa por mi vida, si acojo a Dios en mi casa, mi vida cambia. Cuando Dios pasa por mi vida no puede quedar como está. Cuando Jesús pasó junto a Zaqueo, le llamó por su nombre y le invitó –más bien se autoinvitó-, y sólo ese gesto bastó para darle la vuelta a su vida, dejarla patas arriba.

Cuando acogemos la invitación de Dios y vivimos de cara a Dios, nos volvemos a los hermanos en acogida fraternal y comprometida y hacemos nuestro el proyecto de Jesús, el estilo evangélico que Zaqueo no tuvo que aprender, fue reacción espontánea que nacía de lo que él era y lo que estaba llamado a ser.

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