Los que nos han precedido con el signo de la fe...


En Noviembre cada año colgamos un cartel junto a la entrada de nuestra capilla con los nombres de aquellos miembros de nuestra comunidad que nos han precedido con el signo de la fe. Con ello queremos tenerles en el recuerdo y hacerles presentes en la oración de la comunidad cristiana del Recuerdo.



Los cristianos somos los “hombres y mujeres de la memoria”. El gesto central de la vida cristiana es precisamente un memorial, la Eucaristía. Y para nosotros es fundamental hacer memoria de lo que se nos ha entregado –esto es la Tradición (Entrega)- y de quienes nos la han entregado que son los que nos preceden con el signo de la fe.
Aunque no estén entre nosotros como antes, son un signo para nosotros, un símbolo de la fe y una llamada a vivir la fe que nos entregaron. Son una señal que apunta a la plenitud a la que todos estamos llamados y que nos entregaron con cariño.

Los cristianos estamos llamados a vivir la muerte y la vida, la eternidad, desde la fe. Es importante que los cristianos vivamos la relación con los difuntos en la verdad de la fe, y miremos la muerte y el más allá a la luz de la fe. Es preciso evangelizar la realidad de la muerte y creer y anunciar la vida eterna. A menudo la muerte y la eternidad se mezclan con creencias supersticiosas, mitologías, sincretismos,... Y es necesario que la esperanza de la vida eterna siga sosteniendo y transformando nuestro mundo, siga estimulando la transformación de este mundo en el que se desenvuelve nuestra vida.

Este cartel que vemos cada vez que entramos al Templo o acudimos a la Capilla de la Parroquia es una provocación a renovar nuestra esperanza en la vida eterna fundada en la muerte y en la resurrección de Cristo.
Es una invitación a la solidaridad que brota de la fe que nos hace formar parte del mismo Cuerpo de Cristo en el que todos compartimos la esperanza y por ello nuestra esperanza se hace esperanza de los que nos han precedido en la oración donde hacemos realidad la Comunión solidaria de los miembros del mismo cuerpo; y así el cartel está presente con todos sus nombres en el espacio en el que hacemos de la comunión y la común unión de los creyentes un solo Cuerpo en Cristo.

“Una flor sobre su tumba se marchita,
una lágrima sobre su recuerdo se evapora.
Una oración por su alma, la recibe Dios.”
San Agustín


Un santo ermitaño se cruzó en el camino con un monje de Cluny y le rogó dijese a San Odilón, abad de ese monasterio, que los demonios se quejaban por el número de almas que sus oraciones y la de sus religiosos libraban del purgatorio. En cuanto lo supo, el santo abad ordenó a toda su Orden que consagrara el segundo día de noviembre para orar por la liberación de las almas del purgatorio. Esto fue en el año 998. Esta costumbre, adoptada enseguida por otros monjes y por la diócesis de Lieja en 1008, se extendió gradualmente en todo el Occidente.






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