20.50 hora local en su Sudáfrica, a los 95 años, rodeado de los suyos, ha fallecido Nelson Mandela. Se ha ido como vivió: luchando. Tras 27 años en la cárcel se convirtió en presidente de Sudáfrica y siempre será un icono de lucha por la dignidad y por la igualdad. Un hombre de esperanza que luchó por lo imposible porque fue capaz de soñarlo y se empeñó. No queremos dejar de hacerle nuestro homenaje y elevar por él nuestra oración en una plegaria que acoja nuestra oración por todos los pueblos y hombres que luchan y sueñan, que se empeñan sin desfallecer por un mundo distinto y mejor. |
El ex presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, ha fallecido a los 95 años, según ha informado el presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, que ha añadido que se ha ido en paz en su casa de Johannesburgo, en compañía de su familia. La muerte se ha producido alrededor de las 20.50 hora local, después de una larga convalecencia por una infección pulmonar. "Nuestra nación ha perdido a su padre. Nelson Mandela nos unió y juntos nos despedimos de él", dijo Zuma en un mensaje televisado a toda la nación.
Mandela fue internado en el hospital de Pretoria el 8 de junio con una grave pulmonía, donde fue tratado durante casi tres meses. Desde principios de septiembre estaba de nuevo en su casa, cuidado por 22 médicos", afirmó Zuma.
Mandela se fue como vivió: luchando. Su última batalla la libró contra su cuerpo castigado del tiempo pasado, de los años, de las cicatrices. Se ha marchado alguien que parecía inmortal o que debía serlo. Ahora el mundo se queda huérfano de espejos en los que mirarse. Se quebró el espejo, se quebró Nelson Rolihlahla Mandela. Se quebró el árbol, que es lo que significa su nombre en su lengua: el hombre que tira de la rama de un árbol.
Mandela se fue 'encerrado' entre algunos muros, como vivió buena parte de su vida, aunque esta vez no estuvo solo. Estuvo con los suyos, su familia, y con cientos de miles de personas que han rezado hasta el último segundo para no despertar mañana en un mundo sin Madiba. Se ha ido en su casa, pero pasó muchas semanas en una estrecha habitación de un hospital de Pretoria, contemplando una perfecta metáfora de lo grande de su obra: hasta no hace mucho, en su país, en su invento, los hospitales eran para blancos o para negros, nunca eran para los dos.
Y con su muerte llegan las incógnitas, el imposible ayer, los miedos infundados, las dudas razonables, pero hoy, sin más, el mundo se detendrá durante algunas horas para llorar la muerte del más querido de sus huéspedes. El hombre que tras 27 años de encierro salió de la cárcel, se convirtió en presidente de un país partido en mil pedazos, dentro de un continente partido en varios pedazos y dentro de un mundo partido en dos pedazos (americanos y rusos). Él miró para otro lado, decidió hacerlo a su manera y se inventó este imposible y fascinante experimento lleno de imperfecciones llamado Sudáfrica.
Hoy, en su muerte, quizá sea el momento de arreglar una pequeña deuda histórica: el cine llevó a través de Invictus a Mandela hasta muchos jóvenes. La gran película de Eastwood se permitió una licencia, decir que el presidente entrega al capitán del equipo de rugby el poema de Invictus antes de la final. Ese maravilloso poema es cierto que Mandela lo leía en prisión para soportar ausencias y adversidades, pero lo que Mandela entregó a Francois Pieenar es un texto que quizá hoy en su marcha sirva de ejemplo de su figura. Se titula 'El hombre en la arena' y forma parte de un discurso que Theodore Roosvelt hizo en la Sorbona de París en 1910. Dice así:
"No importan las críticas; ni aquellos que muestran las carencias de los hombres, o en qué ocasiones aquellos que hicieron algo podrían haberlo hecho mejor. El reconocimiento pertenece a los hombres que se encuentran en la arena, con los rostros manchados de polvo, sudor y sangre; aquellos que perseveran con valentía; aquellos que yerran, que dan un traspié tras otro, ya que no hay ninguna victoria sin tropiezo, esfuerzo sin error ni defecto. Aquellos que realmente se empeñan en lograr su cometido; quienes conocen el entusiasmo, la devoción; aquellos que se entregan a una noble causa; quienes en el mejor de los casos encuentran al final el triunfo inherente al logro grandioso; y que en el peor de los casos, si fracasan, al menos caerán con la frente bien en alto, de manera que su lugar jamás estará entre aquellas almas que, frías y tímidas, no conocen ni victoria ni fracaso".
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