El evangelio de este domingo pone el foco en José. Un hombre de fe a quien Dios llama, no a hacer cosas, sino a acoger su plan, a hacer la experiencia de Dios en su casa. Esta acogida de José hace que se ponga en marcha. José peregrina en la fe, desprotegido, viviendo a la intemperie, va aprendiendo, unas veces poco a poco, y otras golpe a golpe, a recorrer los caminos nuevos de Dios. No piensa en las dificultades, porque la fe las supera todas. Su confianza en Dios le hace vivir seguro, tranquilo, alegre con María y Jesús. |
CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
Is. 7, 10-14; Salmo 23; Rm. 1, 1-7
Evangelio: Mateo 1,18-24:
El nacimiento de Jesucristo
fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de
vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en
secreto.
Pero, apenas había tomado
esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: “José,
hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la
criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le
pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados”.
Todo esto sucedió para que
se cumpliese lo que habla dicho el Señor por el Profeta: “Mirad: la Virgen
concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa
"Dios-con-nosotros".
Cuando José se despertó,
hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.
Sin esperarlo, José se ve metido en una historia
que no era suya. No se le ocurre escabullirse, ni abandonar, huir o
revelarse,… Se imponen signos nuevos que
no entiende y él espera y trata de entender,… está en búsqueda. Para entender
los nuevos signos, para leer su situación a la luz de Dios, de su voluntad,
José necesita ayuda. Y con humildad y sencillez acoge la revelación y la ayuda
del ángel del Señor. José ha tenido que desarrollar mucho su confianza, su fe,
su abandono, para ponerse en las manos de Dios y acoger su plan.
Dios llama a José, no a hacer cosas, sino a acoger
a Dios, su plan, a hacer la experiencia de Dios en su casa, en su existencia,
en su proyecto vital. Esa acogida hace que se ponga en marcha, esa experiencia
le lleva donde no soñó siquiera ir,… y allí donde va hace la experiencia, se
encuentra con Dios. José, podemos decir, vive para creer o cree para vivir. La
fe es el pan que siempre estuvo en la mesa de su vida, cada día.
La fe de San José se hace icono para nosotros, es
paradigma de nuestra fe vivida día a día y probada día a día. San José hace
experiencia de fe especialmente en las dificultades, contrariedades y peligros.
San José confirma la fe con hechos, porque aunque no nos consta lo que dijo san
José, sí sabemos lo que hizo. Su esposa María está encinta y él entra en una
noche oscura terrible: ¿qué hago?, ¿la abandono en secreto?,…? Al mismo tiempo que se agolpan estos
pensamientos, confía en su Dios. Él sabe y cree firmemente que Dios no abandona
al que confía en él, confía en Dios que nunca defrauda. Y estando en esos
pensamientos vino el ángel del Señor a dar respuesta a su fe en su Dios: “José,
hijo de David, no temas tomar a María, tu mujer, en tu casa, porque lo
engendrado en ella es del Espíritu Santo”.
José,
siempre en vela
José, el hijo de Jacob, “el soñador” como le
llamaban sus hermanos, también soñó la salvación para sus hermanos, para su
pueblo y en el transcurrir de los acontecimientos –que no se pusieron para nada
“de cara”- fue capaz de vislumbrar y otear la intervención liberadora de Dios a
favor de su Pueblo. Este José de Jacob, ascendiente de San José, es figura del
esposo de María, del padre terreno de Jesús, que mientras hace camino, está en
vela, sueña; y en los sueños descubre el querer de Dios que siempre se le acaba
manifestando velando en sueños. Y durante el día hace realidad sus sueños,
dejando que Dios intervenga, que su querer expresado en signos y mensajes se
vaya abriendo paso en su vida y marcando el sendero de su existencia.
Quisiera decir que ademas de la humilda y sencillez de San José, hay que hacer notar la fortaleza con la que el Señor dota a este para afrontar el reto de ser padre putativo de el Hijo de Dios
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