El hablar de Jesús es un discurso arrollador y un hablar auténtico. El hablar de Jesús sobre Dios posibilita la curación de los hombres. ¿Cómo es nuestro hablar...? ¿Cura? ¿Hiere? ¿Hace crecer? ¿Ayuda a creer? |
EVANGELIO DEL DOMINGO
MARCOS 1, 21-28
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando
el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su
doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu
inmundo, y se puso a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has
venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios”.
Jesús lo increpó: “Cállate y sal de él”.
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió.
Todos se preguntaron estupefactos: “¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es
nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen”.
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca
entera de Galilea.
Comentario de Anselm Grüm
Cuando Jesús predicó por primera vez en la sinagoga de Cafarnaúm, los
oyentes quedaron muy impactados de su enseñanza: «Pues los enseñaba con
autoridad (divina), y no como los maestros de la ley» (Mc 1,22). Jesús habla de
Dios de tal manera que los hombres presienten; este no sólo habla de Dios; en
sus palabras se hace presente el mismo Dios; Dios resplandece en ellas. Era un
discurso arrollador y un hablar auténtico. Ya este hablar de Jesús sobre Dios
posibilita la curación de los hombres. Cuando Jesús estaba hablando adecuada y
claramente de Dios, un hombre en la sinagoga se puso a gritar. Era un hombre
poseído por un espíritu inmundo. Se podría decir: Tenía una imagen
distorsionada de Dios. Cuando Jesús habla de Dios, esta imagen demoníaca de
Dios se despierta. Quizá había reducido a Dios a un sistema de seguridad
personal. O quizá lo había utilizado para imponerse a los demás. Dios le servía
como peldaño para elevar su autoestima. Jesús saca a la luz estas imágenes
demoníacas. Tenían que despabilarse. Y el hombre aquel terminó por estallar.
Advirtió que se ahogaba. Cuando estas imágenes demoníacas ya no le sirven, todo
su proyecto de vida se le viene abajo. Jesús ordena al espíritu inmundo:
«¡Cállate y sal de él!» (Mc 1,25).
Y el espíritu salió de él dando un fuerte alarido. La reacción de los
hombres fue de temor y de asombro: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva llena de
autoridad! ¡Manda incluso a los espíritus inmundos y estos le obedecen!» (Mc
1,27). Un hombre es curado mientras Jesús habla adecuadamente de Dios. Las
imágenes enfermizas - de Dios hacen enfermar al hombre. Por el contrario,
cuando uno llega a conocer al verdadero Dios mediante la experiencia de su
propia verdad y habla de él con autenticidad, cura a los hombres dominados por
imágenes demoníacas de Dios. Salvar es aquí, sobre todo, liberar al hombre de
fuerzas extrañas, de demonios, de modelos de vida y de representaciones de Dios
y del mundo que llevan a una situación de enfermedad.
Jesús sigue hablando de Dios de forma que ante sus palabras se dividen
los espíritus –esto nos lleva al momento cuando Jesús es presentado en el
Templo: Lc 2, 34-35 “ Simeón, después de
bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de
elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el
corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos»-
Quién se deja enseñar por sus palabras reconoce a Dios y se conoce a sí
mismo correctamente y encuentra en ellas un camino para la vida.
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