Después del Ébola (II)



Desde Sierra Leona acabamos de recibir buenas noticias. Parece que en Lunsar el Ébola remite tímidamente. Ha dejado muchas viudas, huérfanos, enfermos,... y mucha miseria... Todavía queda mucho por hacer y la Comunidad de los Josefinos ven el futuro con esperanza y nuestra colaboración que agradecen.

Queridísimos amigos hoy 20 de enero de 2015 y desde hace 10 días no aparece por nuestra zona y campamento de refugiados  el ébola. Esta es una gran noticia que llega después de meses de tensión y miedo.

No lanzamos las campanas al vuelo todavía, sabemos que el periodo de incubación es un poco más largo, pero ahora estamos viviendo con optimismo y también con alegría

Se empieza a recuperar el ruido  de  las manos de las niñas que juegan, las discusiones infinitas entre las mujeres y los gritos de los niños que juegan al fútbol.

Tímidamente se empieza a hablar de reabrir las escuelas y aquí y allí se habla abiertamente del después del ébola.

Creo que, el mérito de esta “victoria”  es debido fundamentalmente a los 90 magníficos voluntarios que divididos en grupos de tres, han estado por más de dos meses recorriendo los poblados, midiendo la fiebre, controlando las casas en cuarentena y avisando ambulancias y los grupos de atención apenas  notaban cualquier síntoma de la presencia del mal.

Gracias, vuestro trabajo ha estado verdaderamente precioso, indispensable para conseguir ganar la batalla.

¿Y vuestra increíble ayuda y generosidad que destino ha tenido y está teniendo?

Sin vuestra ayuda no lo habríamos podido lograr. Os hemos sentido cerca, presentes y atentos.

No me he sentido solo en ningún momento.

Desde el día 21 de septiembre y los días siguientes (amargos días en que pude  volver al campamento de refugiados  para constatar personalmente la muerte, la desesperación y las necesidades urgentes), he mirado a vosotros aunque en la lejanía, os escribí una carta y recibí  muy pronto, inmediatamente una respuesta a coro.

Los huérfanos de entonces han tenido su comida cada día, los vestidos, las medicinas y la atención cariñosa de alguno que no le dejaba  llorar sin consuelo.

Las viudas han podido pensar, sin agobios,  como quitar el hambre de sus hijos, curarlos de la mejor manera sin tener que ir a pedir limosna  para sobrevivir, ellos y  su familia.

 Los que han sobrevivido han recibido nuevas camas, colchones, vestidos y cuanto han necesitado porque todo aquello que tenían en sus casas ha tenido que ser naturalmente quemado. Han tenido el alimento cada día, ya que trabajo no había ni para ellos ni para los demás.

Las personas que estaban en cuarentena podían finalmente estar en casa con la seguridad que alguien cada día abastecía  a sus necesidades.

He tenido también la increíble sorpresa de una oferta tan generosa que me permite  pensar en la construcción de un significativo Centro de Salud  en Waterloo que será gestionado por más de 10 años nada menos que por Emergency, segura garantía de un tratamiento médico de calidad y después  por la Caritas diocesana de Freetown. El terreno ha sido ya donado a un precio increíblemente barato por la comunidad de Waterloo.

Dinero ha llegado mucho y hemos gastado mucho. El balance es todavía positivo…

Al campamento  de refugiados de Waterloo el ébola ha dejado 134 niños huérfanos de padre y madre.

52 mujeres se encuentran ahora sin marido y, a veces, con numerosos hijos.

103 han sobrevivido a la enfermedad y se miran alrededor asustados, con la incredulidad de haber pasado  la enfermedad con un virus tan mortal y todavía acogidos con reservas en sus comunidades.

Estos son los tres grupos de personas a quienes,  en los próximos meses  tendremos que prestar la mayor atención con la esperanza de poder darles una renovada alegría para vivir, una oportunidad de volver a la escuela y, ojala, de encontrar un trabajo.

Me gustaría que surgiese en todos ellos el deseo y la fuerza de vivir el futuro  como protagonistas, sin la humillante dependencia de la caridad de los demás. No será fácil.

Sobre todo para los huérfanos y los hijos de las viudas la situación se vaticina difícil. Mi empeño será mandarles todos al colegio, convencido que una buena educación y una adecuada cultura hará surgir en ellos las naturales posibilidades para vivir la vida con dignidad y  éxito.

Gracias, gracias de corazón a todos vosotros por la ayuda dada y por la ayuda que me seguiréis  dando.

Vuestra generosidad es el mejor signo de comunión.

La alegría del Señor sea nuestra fuerza.

Don Mauricio.


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