La huella que deja Taizé en el Recuerdo



Más allá de la experiencia y la anécdota, el Encuentro de Jóvenes de Taizé ha dejado su huella en el Recuerdo. Ha dejado amigas y amigos de media docena de nacionalidades y ha dejado un reto cumplido de acoger hermanos en la fe, profundizar en nuestra experiencia de oración, un estilo de orar, una actitud de tolerancia y una forma de vivir la paz y la confianza.



Cuando tres semanas antes del Encuentro nos decían los Hermanos de Taizé que sólo estaban acogidos 2.000 de los 14.000 jóvenes inscritos no sabíamos qué cara ponerles y nos recorría un escalofrío todo el cuerpo. En ese momento contábamos sólo con una docena de familias en la parroquia. Finalmente los 11.000 que vinieron estuvieron alojados mayoritariamente en familias y en nuestro arcisprestazgo se alojaron medio centenar en familias y 28 en el alojamiento colectivo de la parroquia de San Blas.
Los hermanos nos decían con una sonrisa que tuviésemos CONFIANZA, que esto era cosa de Dios y saldría adelante y bien. Y tenían razón... Vivir desde la confianza y la fe y generando confianza y fe, es la primera inspiración que provoca esta experiencia.
No era fácil invitar a las familias a acoger: eran ¡fechas muy malas!, ¡a quién voy a meter en casa!, el fantasma del turismo religioso, ¿cómo me entenderé con ellos?, salgo fuera de Madrid, ¡tengo la casa petá...!
Surgieron familias, a pesar de las dificultades, la fechas, los inconvenientes,... y se propagó la HOSPITALIDAD... Es más, hay familias que en el transcurso del encuentro nos decían que se apuntaban a la próxima al ver el ambiente de fraternidad, el clima de oración y la alegría que traían desde todos los rincones de Europa.

Resulta difícil acoger las diferencias e integrarse en la diversidad: ¿cómo explicar a casi un centenar de personas la tradición de las uvas o hacerles entrar en nuestra forma de celebrar a creyentes que celebran con toda solemnidad sus eucaristías...?
Fue un momento para aparcar diferencias y ACOGER la diversidad e integrarla con buen ánimo y confianza y nos invita a hacer lo mismo: superar las barreras y los miedos y enriquecernos con lo que el otro nos puede aportar.

Aquello de las alfombras en el suelo, la oración basada en un estribillo cantado repetido durante cuatro minutos, la oración cargada de silencio intenso,... no encajaba con nuestros momentos de oración que suele ser participativa, con gestos y símbolos, llena de mensajes,...
Taizé nos ha puesto en actitud de ESCUCHA, no sólo para la oración sino en nuestras relaciones con los demás. Recuerdo algunos momentos en nuestras reuniones de coordinación con los animadores que estos nos invitaban a escuchar y no invadirnos con la palabra... ¡Cuanto tenemos que aprender de la escucha!
Con un Madrid bullendo de Navidad, color, luces, ambiente navideño,... 11.000 jóvenes estaban moviéndose por nuestra ciudad un tanto ajenos a todo esto y centrados en su momento de encuentro con Dios y entre los hermanos,... a su bola, como solemos decir, en medio de tantos distractores.
ATENCIÓN A LO IMPORTANTE es otra de las huellas que nos deja Taizé, y a ir más allá de los distractores que nos atrapan cada día para centrarnos en lo importante, en nuestro propósito, en lo que nos hace crecer por dentro,...

No sé, se me ocurren mil cosas más, pero no quisiera aburrir y todos tenemos la experiencia muy reciente. Iba a hablar de no juzgar, de la alegría, de la tolerancia, del compromiso, de la participación, de la capacidad transformadora, de lo que inspira la capacidad de mover miles de personas en un espacio desconocido, del compromiso, de la sencillez, la austeridad,... Son muchas huellas las que nos deja Taizé.

Y a tí, ¿qué huella te ha dejado...?






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