Fuente: Archidiócesis de Madrid.
Queridos hermanos sacerdotes,
religiosos y religiosas, fieles laicos y todos cuantos vivís aquí en Madrid:
Estamos viviendo un momento difícil en
la Comunidad Autónoma de Madrid. Muchos han sido contagiados por coronavirus y
todos estamos preocupados por la situación. Los cristianos tenemos una manera
de leer la vida y la historia, que, ante esta visita inopinada de un virus, nos
está pidiendo ayudarnos a descubrir nuestra fragilidad y sacar lo mejor de
nosotros mismos. Por eso, os invito una vez más a adentrarnos en la confianza
absoluta en Dios, fuente de salvación y de esperanza.
Este domingo, III de Cuaresma, vamos a
proclamar el Evangelio de la samaritana. En él se nos presenta a Jesús cansado
del camino y sentado junto a un pozo en territorio samaritano. Pide de beber a
una mujer que reacciona preguntándole: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de
beber a mí, que soy samaritana?», porque entre judíos y samaritanos había una
tremenda barrera religiosa. Nosotros, gracias a Dios, sabemos que todos somos
hijos de Dios y hermanos. Ayudémonos unos a otros y no tengamos reparos en
cuidarnos, permaneciendo especialmente pendientes de quienes más lo necesitan.
Es bueno que, en estos momentos, obremos según nos dicen las autoridades
sanitarias nacionales y autonómicas para atajar y vencer esta pandemia. Y que
agradezcamos el esfuerzo y la entrega del personal sanitario, que piensa más en
los demás que en ellos mismos.
También os invito a la oración y el
diálogo con el Señor para descubrir nuestra verdad como hizo la samaritana.
Dejemos que Jesús toque nuestro corazón en esta situación. Tengamos esperanza y
pidamos con todas nuestras fuerzas lo que aquella mujer pidió: «dame de esa
agua», es decir, dame paz, dame ese sosiego que necesito… Pidamos al Señor que
cure a los enfermos y que termine con esta situación. Podemos hacerlo, por
intercesión de la Virgen, con una oración que el Papa Francisco ha compuesto
para estos momentos: «Oh, María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como
signo de salvación y de esperanza. Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los
enfermos, que bajo la Cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo
firme tu fe. Tú, Salvación de todos los pueblos, sabes de qué tenemos necesidad
y estamos seguros de que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda
volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba [...]».
En este contexto, en espera de que las
autoridades sanitarias puedan fijar nuevas pautas, nuestros templos
permanecerán abiertos para que podamos entrar a orar y vivir en el silencio un
diálogo abierto con el Señor. Conscientes de que el contacto es el primer
facilitador del virus, se anima a la gente a quedarse en casa el mayor tiempo
posible y tenemos que extremar las precauciones. Por ello, os formulo las
siguientes indicaciones:
1. Prevenir el contagio es una
responsabilidad ciudadana y cristiana de primer orden en estos momentos. Cada
persona y su comportamiento es el más importante factor de protección. Reitero
las recomendaciones que os hice en la nota que emitimos el martes pasado, 10 de
marzo, y la conveniencia de atender lo que determinen las autoridades
sanitarias en cada momento.
2. Tenemos el deber de limitar al
máximo la actividad grupal en todos los ámbitos de la Iglesia diocesana. La
prudencia y la creatividad nos indicarán, en cada caso, cómo no dejar de
atender servicios básicos. A modo de ejemplo, la Delegación de Catequesis está
preparando catequesis no presenciales.
3. Todos los fieles cristianos de la
diócesis de Madrid están dispensados de la asistencia a la celebración
dominical. Podemos seguir la santa Misa por radio o televisión, así como por
internet. El Arzobispado de Madrid está retransmitiendo por su canal de YouTube
(www.youtube.com/archimadrid) la celebración de la Eucaristía diariamente, a
las 19:00 horas desde la catedral de Santa María la Real de la Almudena. La
comunión espiritual es una práctica tradicional de la Iglesia que hemos de
recuperar en estas dolorosas circunstancias, y puede ser ocasión de
santificación y de comunión eclesial.
4. Aunque sea con un número muy
limitado de fieles, incluso sin ellos, procuren los sacerdotes celebrar
diariamente la Eucaristía, ofreciéndola especialmente por las personas
fallecidas y enfermas, y poniendo como intención la superación de esta
pandemia. En cualquier caso, la limitación de no ocupar más de un tercio del
aforo de las parroquias, iglesias y oratorios es de obligado cumplimiento.
5. En el rezo de la Liturgia de las
Horas y en todas las Eucaristías se debe pedir para que el Señor ilumine y dé
fuerza al personal sanitario, vele por los enfermos y a todos nos haga
responder con responsabilidad y solidaridad a este nuevo desafío, ocasión de
conversión.
6. Las medidas más concretas en cada
caso, incluida la suspensión de la Eucaristía pública, podrán ser
prudencialmente adoptadas por los vicarios episcopales en comunicación continua
con el arzobispo y sus obispos auxiliares; a expensas también de nuevas
indicaciones de las autoridades sanitarias.
7. Para las Confesiones se debe buscar
un espacio amplio en los despachos y locales de la Iglesia.
8. Insisto en que en esta situación
adversa no podemos olvidar el deber de atención espiritual y material a los
enfermos, a los ancianos, a los pobres, a los niños y a las personas
vulnerables, que en nuestra tradición ha constituido siempre la máxima
preocupación para la Iglesia.
Vivamos esta Cuaresma en clave de
cuarentena: es una oportunidad inesperada para la oración y la quietud, para
encomendarnos a Dios, que es fuente de salvación y de esperanza. Pedimos la
intercesión de Santa María la Real de la Almudena para vivir este momento, como
nos dice el Papa Francisco, «con la fuerza de la fe, la certeza de la esperanza
y el fervor de la caridad».
Con gran afecto, os bendice,
+Carlos Cardenal Osoro, arzobispo de
Madrid
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