Reflexión compartida en este III Domingo de Cuaresma

Nuestro párroco, Mariano, comparte con nosotros la reflexión en torno al Evangelio de este Domingo 15 de Marzo, el III Domingo de Cuaresma.



Domingo 3º de Cuaresma - ciclo A

Evangelio: Jn 4, 1- 26. 39-42
JESÚS Y LA SAMARITANA


Agua, luz, vida: 3 elementos que el evangelio de Juan se sirve para elaborar unas catequesis bautismales.

Hoy el agua: “El que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”. (Nicodemo)

El simbolismo del agua, su necesidad vital es indiscutible para todas las culturas y épocas de la humanidad. Es un mensaje universal.


El tema de la sed y del agua es algo que aparece constantemente en la Biblia, No se trata solamente de una necesidad fisiológica, sino de algo más profundo y espiritual. No es lo mismo la sed del pueblo en el desierto, o la sed de la samaritana, que la sed del alma reseca que busca a Dios.

No es lo mismo el agua que brotó de la roca o la del pozo de Jacob que el agua viva que Cristo ofrecía a la mujer y que brotaría de su costado.


¡Qué hermosa catequesis la de Jesús con la samaritana! Junto al pozo de Jacob: el don del agua recibido de los patriarcas.

Jesús fatigado tiene sed y pide de beber. Más tarde Jesús gritaría la sed desde la cruz. La sed de Jesús recoge toda la sed humana. Jesús tiene sed de nuestra sed.

Jesús y una mujer extranjera, los ojos en los ojos, no en una cátedra, no desde el púlpito, sino en la vereda de un pozo para una mirada desde la altura del corazón.


Con la mujeres Jesús va siempre a lo esencial: “Vete y llama a tu marido, al que amas”. Jesús conoce su lenguaje, el de los sentimientos, de la generosidad, del deseo, de la búsqueda de razones fuertes para vivir.

“Haz tenido cinco maridos”: Jesús no inicia un proceso, no juzga y ni absuelve, va al centro. No busca en la mujer indicios de culpa, busca indicios de bien y los saca a la luz: “En eso ha dicho bien, es verdad”.

Tal vez esa mujer ha sufrido mucho, tal vez abandonada, humillada cinco veces con el acta de repudio. Tal vez tiene herido el corazón, endurecido o enfermo. Pero la mirada de Jesús no se posa en sus errores sino en su sed de amar y de ser amada.

No le pide de ponerse en regla antes de ofrecerle el agua viva; no pretende decidir por ella su futuro. Es el Mesías de suprema delicadeza, de suprema humanidad, es el rostro bellísimo de Dios.
Jesús es el maestro de nacimientos, empuja a reprender el camino. No reprocha, ofrece: “Si conocieras el don de Dios…”

La samaritana tiene sed y va preparada al pozo con su cántaro. Pero ese pozo no acaba de saciar su sed. Va de un pozo a otro, va de un amor a otro, de un hombre a otro… tiene sed de felicidad, de verdadero amor, quizá de Dios.

El encuentro con Jesús marca un cambio de papeles: ella, rica, se reconoce pobre y vacía; Jesús, pobre, se revela fuente de agua viva.


Jesús nos sigue diciendo: dame un poco de agua y yo te daré una fuente viva; dame un poco de escucha y yo te daré palabra viva; dame tus agobios y yo te daré sosiego; dame tu insatisfacción y yo te daré la alegría del corazón; dame tu sed y yo te daré vida.

La mujer confesó su verdad y quedó purificada; dejó el cántaro y se fue de misionera. Alrededor de la samaritana nace la primera comunidad de discípulos extranjeros: “Venid, cerca del pozo hay uno que te dice todo lo que hay en el corazón, que hace nacer manantiales”, que conoce todo el hombre, y crea en cada uno un manantial de bien, fuentes de futuro. Sin remordimientos y donde bañarse de luz.


Si escucha a Jesús, nacen manantiales en ti y para los demás, como un agua que sobrepasa la sed, que supera tu necesidad y corre hacia los otros. Hoy Jesús te pide que dejes tus cántaros, tus seguridades. Que reconozcas límites, fracasos.
Que nos reconozcamos pobres, sedientos que no se contentan con apagar su sed con aguas marchitas y venenosas que ofrecen el mundo.

Y si nuestro cántaro, tiene fisuras o está roto y no es capaz de contener el agua, los cascos que a nosotros parecen inútiles, en lugar de tirarlos Dios los dispone para que forme una acequia para que el agua llegue a otras bocas sedientas.

Que bebamos con abundancia del agua de vida que él nos ofrece y que corramos por el mundo testimoniando lo que hemos encontrado en la persona de Jesús: la salvación.

Nuestra fe en Jesús debe ser contagiosa, una alegría para compartir.

Recemos con una estrofa de una Oda de S. Andrés, obispo de Creta.
“Profundo es el pozo, mi Señor, derrama sobre mí el agua de tu corazón, para que yo la beba y nunca más tenga sed, como la samaritana: pues tú me sacias de tu vida.”

En estos días “SIN” (sin celebraciones, sin liturgia, sin encuentros), hagamos nuestra la pregunta de la Samaritana. “¿Dónde iremos para adorar a Dios? El monte o en el Templo.”
La respuesta de Jesús es un rayo de luz: no en el monte, no en un templo, sino dentro. En espíritu y verdad. Yo soy el Monte, yo soy el Templo donde vive Dios.



3 comentarios:

  1. Muchas gracias Mariano por seguir acompañandonos, y regalandonos tus mensajes. Que Dios te acompañe y te proteja.

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  2. Gracias por no dejarnos sin la Palabra
    Os ruego que sigáis así mientras dure el confinamiento
    Gracias

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  3. estamos en cuaresma.una oportunidad para encontrarse con Dios.dice el refran(no hay mal, que por bien no venga)este silencio lo podemos aprobechar para ofrecernos a DÌOS.QUE DIIS OS PROTEJA Y OS BENDIGA A CADA UNO.

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