DOMINGO 5º DE PASCUA 2020
En tiempos de confinamiento
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”
Buen domingo a todos.
Ya se ve más movimiento por las calles, sin
embargo el contagio sigue presente y no nos conviene bajar la guardia.
Los de Madrid, seguimos en la fase 0 y sin
poder participar en la celebración de la Eucaristía, sino tan sólo
virtualmente, en la espera de que dentro de algunos domingos podamos también
nosotros reunirnos, aunque con poco aforo, en nuestro templo. Por el momento
nuestra participación será espiritual.
Sin embargo, sabemos que cuando nos reunimos
en su nombre, Jesucristo está presente en medio de nosotros, y que cuando
leemos la Sagrada Escritura, es el Verbo mismo de Dios quien nos habla.
Estamos en el mes de mayo, mes de María y el
día 13 recordaremos a nuestra Madre en su aparición a Fátima, y el día 15, San
Isidro Labrador.
A nuestra Madre del cielo y a nuestro patrono
san Isidro, les pedimos que nos protejan y que intercedan ante el Padre para
que cese la pandemia que amenaza al mundo.
Seguimos rezando por los enfermos, por los
fallecidos, por sus amigos y familiares y por todos aquellos que trabajan al
servicio de los demás en la lucha contra este flagelo.
Mayo es para nuestra comunidad parroquial el
mes tradicional para que nuestros niños y niñas celebren su primer encuentro
con Jesús en el Pan de Vida, su primera
Comunión. Este año habrá que esperar más adelante cuando la situación sanitaria
lo permita y será probablemente con restricción de aforo.
Agradecemos vuestra generosidad y solidaridad
en el 2º sábado de recogida de alimentos. Hoy se han recogido 221,5 kilos (la
semana pasada en nuestro primer llamamiento se recogieron 529,5 kilos). Con
ellos y con las aportaciones que estáis haciendo estaos consiguiendo aliviar la
situación de 70 familias. Y ojalá el acompañamiento de Cáritas Parroquial y el
apoyo de todos pueda promover el desarrollo personal y social de todos ellos.
Reflexión sobre la
Palabra de Dios
“No
nos parece bien descuidar la Palabra de Dios
para
ocuparnos de la administración”
(1ª Lectura, Hechos de
los Apóstoles)
Palabra y Servicio a los pobres: dos tareas
indispensables en la vida del cristiano.
Son, las dos, como la estrella polar que guía
nuestro caminar en este mundo.
En la Palabra, escucha y anuncio de
Dios, nos encontramos con la verdad de nosotros mismos, con nuestra propia
realidad. La Palabra de Dios nos dice quienes somos: criaturas finitas con un
destino infinito; criaturas amadas inmensamente por un Dios que es Padre, que
nos acoge sin condiciones, que nos salva en su Hijo.
En el Servicio a los pobres es donde
Dios establece con nosotros, en Cristo Jesús, una relación de filiación y de
fraternidad, una relación humanizada y humanizadora.
Dios y los pobres son las dos tareas que hemos
de realizar en esta vida.
Dios: tan puesto en entredicho en nuestro
mundo actual, tan autosuficiente.
Los pobres: la gran espina clavada en el corazón
de nuestra humanidad.
Pero, en nuestro caminar, muchas veces,
andamos algo despistados, desorientados y no sabemos adónde vamos ni donde
estamos….
Las preguntas de Felipe son nuestras
preguntas:
- Si no sabemos adónde vamos, ¿cómo vamos a
saber el camino?
- Si no vemos a Dios ¿cómo podemos
saber de Él?
Y Jesús es categórico en su respuesta:
-Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida.
- Y quien ve a mí, ve al Padre
Palabras
inmensas, que se salen de todos nuestros pobres esquemas y comprensión.
“Yo soy el camino”
Es algo más que la estrella polar que
simplemente indica, pálida y lejana, una dirección. Es algo cercano, sólido y
fiable, donde posar los pies: el terreno con las huellas de quien ha pasado
antes y se ha ido más allá y que te asegura que no estás solo.
El camino es libertad, nacida del coraje de
salir y partir, caminando a ritmo humilde y tenaz del corazón.
Jesús no nos ha dicho ser la meta, el punto de
llegada, sino el camino, el punto de movimiento, el viaje que hace levantar
nuestras vidas para que no nos quedemos a tierra, para que no nos rindamos y
veamos que un primer paso siempre es posible, en cualquier situación que nos
encontremos.
A la base de la civilización occidental, la
historia y el mito nos ha puesto dos viaje inspiradores: el de Ulises y de su
venturoso retorno a Ítaca, cuyo símbolo es un círculo; y el de Abraham, que
sale pero que no retorna, cuyo símbolo
es una flecha. Jesús es el camino que se coloca en el sentido de la flecha,
para significar no un simple regreso a casa, sino un viaje in-finito, hacia cielos
y tierras nuevos, hacia un futuro a crear.
Cristo Jesús es el camino: su persona, su
mensaje, su obra. Es la puerta de acceso al Padre. No hay otro camino para
llegar a Dios, porque él es la revelación completa de Dios: “Tanto Dios amó al mundo que envió a su
Hijo.”
Este amor de Dios, como explica santo Tomás de
Aquino, es inseparablemente el amor con que Dios nos ama a nosotros y el amor
con el que hace que nosotros podamos amarle a él, una capacidad nueva de amar a
Dios y al prójimo, que llamamos virtud
teologal de la caridad: “Yo os doy un
mandamiento nuevo”.
En el momento en que nos dejamos llenar del
amor que Dios nos tiene, nos llenamos también de amor de unos a otros.
“Yo soy la verdad”
Jesús no dice “yo conozco a la verdad y la
enseño”, sino “yo soy” la verdad.
Verdad es una palabra que tiene la misma raíz
latina de primavera (ver-veris) y
quiere indicar la primavera de la criatura, vida que brota; una estación que
llena de flores y de verdor el hielo de los inviernos. La verdad es la que hace
florecer las vidas según la primera de todas las bendiciones: “creced y multiplicaos”.
La verdad es Jesús, autor y custodio,
cultivador y perfeccionador de la vida.
La verdad eres tú cuando, como él en ti, cuidas
y proteges, cuando te paras cerca de quien cae en manos de los ladrones, cuando
pones en tu existencia unos sensores de primavera.
“Yo soy la vida”
Es la petición, la súplica más gritada en la
sagrada Escritura por el pueblo de Israel, es el grito de todos los
desesperados de la tierra recogido en los salmos: “Señor, hazme vivir”
La respuesta a este grito es Jesús.: Yo soy la vida, que se opone a las
pulsiones de muerte, a la violencia, al auto destructividad que nutrimos dentro de nosotros.
Vida es todo aquello que podemos poner bajo
este nombre: futuro, amor, hogar, fiesta, reposo, deseo, pascua, generación,
abrazos…
Si Dios es la
vida, entonces “hay santidad en la vida”, entonces toda vida es sagrada y
divina.
Cuidemos hermanos y hermanas siempre la huella
de Dios en nuestra vida y en la de nuestros compañeros de camino.
Fiémonos de Jesús y dejémonos conducir por él,
que es el Camino, la Verdad y la Vida.
Amén.
Mariano
Párroco
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