La Cuaresma (cuarenta días de preparación para la Pascua) es el tiempo en que recordarnos los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto como preparación para su vida apostólica. En este tiempo, la Iglesia nos pide que intensifiquemos nuestra vida cristiana. En la Biblia el término “cuarenta” evoca un periodo particular en el que Dios nos invita a vivir con Él. |
La Cuaresma es, sobre todo, es un tiempo para preparar la celebración del Misterio Pascual (Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo). No está cerrada en sí misma, sino que apunta a la celebración del núcleo del Misterio de la Fe: la Resurrección de Jesús. Para celebrarla intensamente hacemos este “training” de Cuaresma que llamamos “Tiempo de Gracia”, “Tiempo de Salvación”, “Tiempo de la Misericordia de Dios”.
La Cuaresma es el tiempo de vivir con mayor intensidad: la oración, la reconciliación, las obras de misericordia. Y la Iglesia nos propone en este tiempo para ello los llamados ejercicios cuaresmales: la oración, el ayuno y la limosna.
Tradicionalmente se llaman prácticas o ejercicios cuaresmales al ayuno (y la abstinencia) que permite que el cuerpo no nos domine y se imponga sobre nuestra razón y sentidos; la limosna que ayuda a que descubramos que lo que hacemos a los hermanos se lo hacemos a Jesús mismo; y la oración que nos acerca al Señor. Todo esto es posible por la escucha y meditación de la Palabra de Dios. Además, existen “devociones cuaresmales” como el vía crucis, las charlas cuaresmales, la lectura de libros que nos ayuden a dar razón de la fe que profesamos, los ejercicios espirituales y las convivencias,...
A este tiempo de Cuaresma, le llamamos tiempo de “Conversión” o de “Cambiar el Corazón”. Tenemos cuarenta días para hacerlo, para alcanzar a vivir con intensidad y llenos de gozo la Muerte y Resurrección de Jesús.
Hay cosas que cambiar. Se nos regala este tiempo de Cuaresma para volver a Dios, para volver nuestros corazones hacia Dios.
Nos ponemos en camino, pues, y ponemos los ojos en Aquel que nos llama a la conversión, a volver a Dios. Pero ¿de qué tenemos que volver…? Tenemos que convertirnos no sólo para alejarnos del pecado, sino que uno tiene que volver a retomar, a reorientar las motivaciones más profundas del corazón que ama a Dios, le sigue y le escucha.
Cuaresma es descubrir que hay otra manera de ser y de vivir, que hay cosas que podemos y debemos cambiar como creyentes en nuestra vida, que necesitamos un corazón nuevo.
La Palabra de Dios nos apuntará el camino, qué cosas hemos de cambiar, hacia dónde debemos ir. Y el susurro de Dios escuchado en oración irá cambiando nuestro corazón, provocando nuevas actitudes, expandiendo en nosotros la alegría y el gozo del hombre nuevo con un corazón nuevo, equipado para vivir con renovado entusiasmo la Pascua de Jesús.
Estás llamado, invitado a ser otra manera más humana, más divina. Tienes cuarenta días por delante en los que, por ejemplo, puedes leer las lecturas de la misa de cada día (en el blog aparecen a diario), hacer algunos ratos personales de silencio, de oración (por ejemplo los viernes -día penitencial por excelencia- o los domingos –y mejor si es en familia-). Privaros de algo para deciros que “hay otras cosas más importantes...” y dad aquello de lo que os priváis. Aprovechad para leer algún libro religioso. Participad en alguno de los actos que la parroquia celebra con motivo de la Cuaresma. Celebrad el sacramento de la Reconciliación (es decir, confesaros). Intensificad las obras de misericordia o de solidaridad hacia los otros (comprométete con algún enfermo, ayuda más a menudo o con más contundencia al necesitado que te encuentras a diario,…). Retírate un día o un fin de semana a una casa de espiritualidad con un plan de oración hecho para escuchar a qué te llama el Señor. Colabora en alguna actividad solidaria o da un donativo a alguna causa. Y, en tu trabajo, la honradez, la amabilidad,… En la familia detalles, ofrécete, invéntate formas de avivar el fuego del hogar,…
Coge ánimo antes de salir y sé sincero, al planificar ahora estos cuarenta días, a la hora de comprometerte a hacer algo de lo que Jesús te pide. Así podrás llegar con gozo a la meta.Al final nos espera la Vida. La Muerte de Jesús no es el final sino la Pascua que es la razón de nuestra vida, de nuestra identidad como discípulos y seguidores de Jesús.
En este Año de la Fe, acojamos “con pasión” esta nueva oportunidad de vivir los misterios centrales de nuestra fe, de nuestra vida.
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