28 de Abril, Día Mundial de la seguridad y salud en el trabajo



¿Sabías que en 2012 han fallecido 555 personas en accidente laboral?, ¿que según la OMS estamos expuestos a más de 143.000 productos químicos que causan 4,9 millones de muertes cada año en el mundo?, ¿sabes que en Madrid disponemos de 1.800 empleados que vigilan y controlan los parquímetros mientras que no llegan a 300 los inspectores de trabajo?
Los cristianos estamos llamados a no escatimar esfuerzos económicos, profesionales y humanos con los trabajadores y las familias de las víctimas. 


Desde el 2003, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) organiza el Día Mundial para
rendir homenaje a las víctimas de los accidentes de trabajo y enfermedades profesionales.

En el 2012 se registraron en España 462.060 accidentes con baja. De ellos, 555 ocasionaron la pérdida  de la vida del trabajador.

En este año 2013 los trabajadores fallecidos hasta febrero suben el 10,8% respecto al  mismo período del 2012, aunque en Madrid han bajado los accidentes laborales el 24,22%.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) estamos expuestos a más de 143.000  productos químicos peligrosos en el trabajo y en el consumo, con el resultado de al menos 4,9  millones de muertes cada año en el mundo.

Detrás de estas cifras hay personas y familias que sufren la pérdida de un ser querido,  personas con secuelas cuya vida no sigue siendo la misma. Los cristianos vemos el rostro de Dios  en los que viven estos sufrimientos, tal como nos recuerda Jesucristo en el momento de  confrontarnos con el criterio definitivo: “tuve hambre y me disteis de comer, estuve enfermo y me visitasteis…”. La comunidad eclesial siente la invitación a prevenir las muertes y enfermedades  laborales, y atender a las víctimas tendidas en la cuneta como el buen samaritano.

Mucho más, cuando hoy disponemos de medios y tecnología suficientes para remediar casi  todas las muertes que se producen en el trabajo y todas las enfermedades causadas en él. Pero es evidente que no hacemos todo lo que podemos.

En Madrid disponemos de 1.800 empleados que vigilan y controlan 4.200 parquímetros para recaudar dinero. Pero no llegan a 300 inspectores de  trabajo para una cantidad de empresas mucho mayor. En España hay un inspector de trabajo para  13.000 trabajadores, cuando la proporción recomendada en Europa es de 10.000 trabajadores.

Desde el criterio evangélico de que más vale una persona que el poder recaudatorio,  estamos llamados a exigir no escatimar esfuerzos económicos, profesionales y humanos a la hora de garantizar una mayor atención a las víctimas de accidentes laborales. Pero ya los Presupuestos Generales del Estado de 2011 reducían más del 7% la partida de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social. ¿Habrá aumentado o disminuido este año?

Igualmente los cristianos debemos ejercer la caridad cristiana acompañando a las personas y familias que sufren una muerte o una enfermedad en el campo del trabajo. En estos días de Pascua, la figura del apóstol Pedro nos escenifica cómo seguir a Jesucristo cuando ve a un paralítico en la puerta del templo, se fija en él, mantiene su mirada compasiva como el buen samaritano y le dice “no tengo oro ni plata, pero hago lo de Jesús: sanar la causa del mal, misericordia quiero y no sacrificio, el hombre no es para el sábado sino al revés.

Estamos convencidos de que una inmensa mayoría de los accidentes laborales se pueden evitar haciendo cumplir las leyes laborales, suprimiendo las excesivas horas de trabajo, la precariedad, la subcontratación abusiva… Benedicto XVI lo decía así: “Hay que cumplir todos los  esfuerzos para que se detenga la cadena de muertes e incidentes. Sin olvidar la precariedad del  trabajo, en particular de los jóvenes. Motivo de angustia para tantas familias… Estoy particularmente a vuestro lado y pongo en las manos de Dios todas vuestras angustias y
preocupaciones, anhelando que en la lógica de la gratuidad y solidaridad, se puedan superar estos momentos, para que se asegure un trabajo seguro, digno y estable” (Benedicto XVI al recibir a unos ocho mil peregrinos de la diócesis italiana de Terni, localidad con una gran complejo siderúrgico)


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