Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones



En el concilio Vaticano II, de cuyo comienzo celebramos 50 años, Pablo VI instituyó la Jornada Mundial de la Oración por las Vocaciones. Este cuarto domingo de Pascua, día del Buen Pastor, nos unimos a toda la Iglesia para suplicar a Dios el don de las vocaciones, de modo particular a la vida consagrada y al sacerdocio ministerial.

Dios, Buen Pastor, cuida, guía y acompaña a su pueblo y necesita de obreros que anuncien la Buena Noticia. El tema que anima este año la Jornada es: “Las vocaciones, signo de la esperanza fundada sobre la fe”.

Agradecemos a Dios el don de la llamada al seguimiento de Jesús y la invitación a vivir como Él. Hoy de manera especial agradecemos la vida todas aquellas personas que, desde el sacerdocio y la vida consagrada, han entregado su existencia a Dios haciendo viva la presencia del Buen Pastor.






Qué es la vocación

Cualquier joven responsable se plantea el futuro de su vida: piensa en una profesión, si va a fundar una familia, etc.

Un joven cristiano también se plantea la vida, pero preguntándose: ¿Qué espera Dios de mí? Sabe que Dios quiere la felicidad de cada persona y es capaz de dársela. Vocación significa "llamada": es lo que Dios está llamando a cada uno.

Por la fe estamos todos llamados a vivir la vocación cristiana: ser testigos del amor de Dios en nuestro ambiente, en el trabajo, la familia, etc. Pero hay tres formas de vivir la vocación cristiana:

> La vocación de laicos: Los cristianos que ejercen una profesión, viven en medio de la sociedad, se casan normalmente, fundan una familia y en todo tratan de construir el mundo según los planes de Dios.

> La vocación sacerdotal: Los cristianos que reciben el sacramento del Orden para hacer presente a Jesucristo mediante la predicación de la Palabra de Dios, la celebración de los Sacramentos y el cuidado pastoral de la comunidad (parroquia, grupos, etc.). Para ello se preparan en el Seminario durante seis años y ofrecen su vida en una dedicación total, renunciando a constituir una familia y optando por el celibato consagrado a fin de imitar a Jesucristo y servir más plenamente a todos.

> La vocación de vida consagrada: Consagrar la vida al servicio de Dios y de los demás, mediante la ofrenda de los tres votos o consejos evangélicos, a imitación de Jesucristo: la pobreza, la obediencia viviendo en fraternidad y la virginidad consagrada. Esta consagración se puede vivir de dos maneras:

Institutos de vida religiosa: Viven en comunidad y son variados, porque cada uno actualiza y se fija en algún aspecto de la vida de Jesús: la oración (los monjes y monjas contemplativos), el servicio a los pobres, la enseñanza, las obras de misereicordia, la predicación (religiosos y religiosas de vida activa).

Institutos seculares: Se parecen a los religiosos en que profesan los consejos evangélicos, pero se parecen a los laicos en que trabajan y viven en medio de la sociedad, sin llevar distintivos, sino distinguiéndose por su entrega y radicaclidad evangélica a fin de santificar el trabajo del mundo y las relaciones sociales.

Tanto la vocación sacerdotal como la vida consagrada suponen optar por el de celibato por el Reino los Cielos. No se renuncia al amor. Se experimenta el amor de Dios, se le elige a Él como el Amor absoluto de la vida y se ama a los demás por amor a Dios.

Imprescindible para una buena elección

1. Querer cumplir la voluntad de Dios y amarlo sobre todas las cosas.

2. Examinar a qué vocación te llama Dios, teniendo en cuenta tus cualidades y tus sensibilidades, a la vez que las necesidades que hay en el mundo.

3. Orar, consultar con algún sacerdote o persona consagrada.

4. Decidirse, sabiendo que Dios nos necesita para servir a los demás y quiere y puede hacernos felices en nuestra entrega.





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