VATICANO II - (1) - Memoria Agradecida



Hemos vivido la Solemnidad de Pentecostés en la que celebraremos la presencia del Espíritu en medio del Pueblo de Dios, de su Iglesia. 

Hay momentos, como el que está viviendo actualmente la Iglesia, en los que sentimos de una manera especial el “viento del Espíritu” que sopla donde y cuando quiere. 

Uno de esos momentos fue el Concilio Vaticano II de cuya inauguración celebramos el 50º aniversario.


Cuando, a finales de octubre, se proponía en el Consejo Pastoral de la Parroquia poner en marcha durante este curso un blog y salir a las Redes Sociales, el objetivo principal en el que nos centramos era crear una plataforma desde la que poder animar, compartir y celebrar el Año de la Fe y dar a conocer lo que fue y la herencia que nos ha legado este acontecimiento de Gracia que aún sigue de plena actualidad el Concilio Vaticano II.

Cumpliendo con este último objetivo, el Grupo Web quiere acercaros este acontecimiento, este “kairós” –momento de Gracia-, que nos ha regalado el Espíritu a los que configuramos la Iglesia del último medio siglo.

Con la publicación de una veintena de entradas a partir de hoy, que se irán publicando los martes y los jueves, queremos dedicar nuestro recuerdo agradecido al gran acontecimiento eclesial que fue el Concilio Vaticano II, con motivo de los 50 años de su inauguración; un concilio que ha marcado decisivamente la vida de la Iglesia y sigue siendo "brújula segura para la Iglesia del siglo XXI”.

Trataremos de hacerlo lo más sencillo posible, sin profundos y rigurosos discursos teológicos, y con la intención de provocar en todos el afecto por el concilio, la lectura de alguno de los documentos más importantes y el debate sereno y constructivo al que nos convoca para renovar nuestra Iglesia, nuestra parroquia, a la luz de este soplo renovador del Espíritu en su Iglesia.

Pongamos nuestras reflexiones, oraciones y deseos en manos de Dios con profundo agradecimiento por haber crecido como cristianos con una nueva mirada evangélica, en el gozo de una Iglesia arraigada en Cristo como Pueblo de Dios que se encarna en medio de los hombres, de sus gozos y esperanzas contemplando los signos de los tiempos y en fidelidad al Espíritu.


Imagen tomada del Blog del Hermano Cortés

Acercarnos al Concilio



Hace 50 años, el 11 de octubre de 1962, Juan XXIII inauguraba el Concilio Vaticano II con este discurso, marcando desde el principio sus intenciones y deseos. Recogemos aquí algunos de los párrafos más significativos de este texto lleno de energía, optimismo, vitalidad y frescor, que puedes leer completo pinchando en el link del título. Queremos hacer notar que estas palabras “Alégrese nuestra Madre la Iglesia”, son parte del Pregón Pascual que se recita en la Solemne Vigilia Pascual en la que lo viejo se hace nuevo. Y en la lectura nos gustaría resaltar la actitud programática del Concilio: “crecer desde lo anterior” para abrir la Iglesia al mundo, pasando de la condena a la misericordia, de la declaración solemne a la propuesta evangélica,…



“Gócese hoy la Santa Madre Iglesia porque, gracias a un regalo singular de la Providencia Divina, ha alboreado ya el día tan deseado en que el Concilio Ecuménico Vaticano II se inaugura solemnemente aquí, junto al sepulcro de San Pedro, bajo la protección de la Virgen Santísima cuya Maternidad Divina se celebra litúrgicamente en este mismo día…

… Iluminada la Iglesia por la luz de este Concilio -tal es Nuestra firme esperanza- crecerá en espirituales riquezas y, al sacar de ellas fuerza para nuevas energías, mirará intrépida a lo futuro. En efecto; con oportunas "actualizaciones" y con un prudente ordenamiento de mutua colaboración, la Iglesia hará que los hombres, las familias, los pueblos vuelvan realmente su espíritu hacia las cosas celestiales…

…En el cotidiano ejercicio de Nuestro pastoral ministerio, de cuando en cuando llegan a Nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones de algunas personas que, aun en su celo ardiente, carecen del sentido de la discreción y de la medida. Ellas no ven en los tiempos modernos sino prevaricación y ruina; van diciendo que nuestra época, comparada con las pasadas, ha ido empeorando; y se comportan como si nada hubieran aprendido de la historia, que sigue siendo maestra de la vida, y como si en tiempo de los precedentes Concilios Ecuménicos todo hubiese procedido con un triunfo absoluto de la doctrina y de la vida cristiana, y de la justa libertad de la Iglesia.

Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese inminente…

… La tarea principal ("punctum saliens") de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o aquel tema de la doctrina fundamental de la Iglesia, repitiendo difusamente la enseñanza de los Padres y Teólogos antiguos y modernos, que os es muy bien conocida y con la que estáis tan familiarizados.

Para eso no era necesario un Concilio. Sin embargo, de la adhesión renovada, serena y tranquila, a todas las enseñanzas de la Iglesia, en su integridad y precisión, tal como resplandecen principalmente en las actas conciliares de Trento y del Vaticano I, el espíritu cristiano y católico del mundo entero espera que se de un paso adelante hacia una penetración doctrinal y una formación de las conciencias que esté en correspondencia más perfecta con la fidelidad a la auténtica doctrina, estudiando ésta y exponiéndola a través de las formas de investigación y de las fórmulas literarias del pensamiento moderno. Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del "depositum fidei", y otra la manera de formular su expresión; y de ello ha de tenerse gran cuenta -con paciencia, si necesario fuese- ateniéndose a las normas y exigencias de un magisterio de carácter predominantemente pastoral…

…Siempre la Iglesia se opuso a estos errores. Frecuentemente los condenó con la mayor severidad. En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad. Ella quiere venir al encuentro de las necesidades actuales, mostrando la validez de su doctrina más bien que renovando condenas…

…En tal estado de cosas, la Iglesia Católica, al elevar por medio de este Concilio Ecuménico la antorcha de la verdad religiosa, quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella…”

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