Ser Catequista no es un acto
aislado, más o menos constante; es como una forma de ser, una opción de vida. Y
es un “ministerio”, un servicio a la fe, a la Iglesia, al que Dios llama y en
el que Dios acompaña para el bien de quienes estamos llamados a acompañar.
Pero no esperes una llamada al
móvil o una carta de Dios. La llamada de Dios tiene lugar en un gesto, a
menudo, aparentemente intrascendente (esta entrada del Blog, una propuesta de
tus propios catequistas o de Pepe o Mariano, apuntar a tus hijos a Catequesis,…)
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Y, en este momento, descubres que acaban de pulsar una fibra en lo más
profundo de tu ser que despierta el deseo y hasta la voluntad de dar respuesta
a esta llamada.
Inmediatamente vienen las dudas -¿Pero cómo me voy a dedicar a algo tan
importante?, ¿me estoy rayando?, ¿estoy preparado?,… Y a continuación las
pegas: Si yo no sé, no me manejo bien con los niños, ¡no soy capaz de controlar
a los míos!,…
Pero, ¡ya te has dado cuenta!, esto es el esquema –con otros
acontecimientos y otras dudas- que se ha desarrollado cada vez que has tomado
una decisión trascendental en tu vida.
Hay a quien le cuesta dar el paso y comienza un tortuoso proceso de
toma decisión. En la vida espiritual, con las cosas de Dios, este proceso –algo
distinto- se llama “discernimiento”. Se trata de ver tu vida a la luz de Dios e
interpretar los signos como llamadas de Dios a hacer de nuestra vida lo que
estamos llamados a ser. El discernimiento se hace en oración –poniéndose
delante de Dios y pidiéndole que nos dé luz- y acompañado –de otro creyente, a
poder ser alguien con profundidad espiritual, que saboree con gusto las cosas
de Dios- porque la vida cristiana se hace en comunidad.
¡Ya está vibrando tu corazón!
¡Pues ánimo!
Habla con Mariano, nuestro párroco, y no tengas miedo en exponerle tus
inquietudes. Que te cuente exactamente en qué consiste, qué es eso del
ministerio de la catequesis, cómo se hace en la parroquia, a qué te compromete,
qué bienes puedes esperar de esta experiencia, con quién,…
Quien siente la llamada a ser catequista, supera la sorpresa y el temor
y dice “sí”, realiza un gesto importante. Permitidme que os hable desde mi
experiencia, yo también soy catequista. Dar el paso es decir “Sí” al Señor que me
invita a desarrollar un servicio en la comunidad eclesial, respondiendo “sí” con fe y
generosidad, con confianza.
Para la mayoría de los que nos dedicamos a esta tarea nuestras
expectativas, al dar el paso, eran pocas y hasta pesaba más el miedo al
compromiso o a lo desconocido y a los desconocidos (el grupo de catequistas,
los niños que me iban a encomendar,…). Y, fijaos, la frase más común entre
nosotros cuando hablamos de lo que nos aporta la catequesis es “¡me han
aportado más los niños que lo que yo les haya podido aportar a ellos!”. No
conozco ningún catequista –igual es pasión- que no haya crecido como persona y
como creyente con el crecimiento de los niños.
El catequista no es un “enseñante”, es alguien capaz de hacer amistad
con los chicos que le han confiado, construye con ellos relaciones interesantes
y profundas porque la catequesis es, ni más ni menos, que un precioso
testimonio que llama a los chicos a la vida cristiana en su globalidad, acompañando
su crecimiento en las dimensiones del conocimiento de la fe, de la celebración,
del comportamiento moral, de la pertenencia eclesial, del servicio…
El catequista es un “animador” que con los padres de los chicos les
abre progresivamente horizontes en un camino personal de fe.
Ser catequista de niños no es sólo un sueño, es una realidad que hemos
experimentado muchos y nos ha hecho distintos y, creo que, mejores.
Te animo a escuchar y a madurar esta llamada. Recuerda, es Dios quien
llama y hoy te está llamando aquí.
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