Comentario al Evangelio del XIX Domingo del Tiempo Ordinario, 11 agosto 2013


La semana pasada Jesús nos prevenía contra toda clase de avaricia y nos invitaba a confiar en la Providencia. No es una invitación a cruzarse de brazos y esperar que todo “caiga del cielo”, sino a no dejarse dominar por un asfixiante afán de riquezas. A continuación, en el fragmento evangélico de hoy, Lucas nos reúne un conjunto de piezas en las que Jesús a través de exposiciones, parábolas e imágenes nos hace una llamada a vivir con lucidez y responsabilidad,  a no caer en la pasividad o el letargo. Antes que “ganar” el mundo, el discípulo de Cristo debe preocuparse por hacer presente el Reino con la confianza puesta en Dios que cuida de sus hijos.
Las Lecturas de hoy
Primera Lectura. Sab 18, 6-9.
Salmo 32 “Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como herencia
Segunda Lectura. Heb 11, 1-2.8-19.


Evangelio: Lc 12, 32-48:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
— “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; conseguíos bolsas que no se desgasten, y acumulad un tesoro inagotable en el Cielo, donde no se acercan los ladrones ni destruye la polilla. Porque allí donde tengas tu tesoro, allí tendrás también tu corazón.

Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre despiertos; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.


Comprended que, si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría asaltar su casa. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”.

Pedro le preguntó:
— “Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?”
El Señor le respondió:
— “¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración de alimentos a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si el empleado piensa: “Mi Señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y a las criadas, y se pone a comer y beber y a emborracharse, llegará el Señor de aquel criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles.
El criado que conoce la voluntad de su señor, pero no está preparado o no hace lo que él quiere, recibirá un castigo muy severo. En cambio, el que, sin conocer esa voluntad, hace cosas reprobables, recibirá un castigo menor.

A quien se le dio mucho, se le exigirá mucho; y a quien se le confió mucho, se le pedirá mucho más”.





Fijaos bien en el entrañable comienzo del fragmento evangélico de hoy: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. El comienzo no puede ser más alentador, nos invita a confiar plenamente en Dios.

A continuación Jesús nos invita a confiar en el Padre hasta la radicalidad: en vez de atesorar en esta vida, nos llama a vender los bienes y a distribuir las ganancias entre los necesitados. Y termina afirmando que “allí donde esté tu tesoro, allí tendrás también tu corazón”.

Esta radicalidad en las invitaciones de Jesús ¿no es una exageración? ¿No estará dirigida quizás a los que han consagrado su vida a Dios? ¿Va conmigo? ¿Se dirige a mí esta invitación?

Nos consta que alguien en una ocasión preguntó a Jesús directamente y le contestó con el mismo tono de radicalidad: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los Cielos”. Luego no es una exageración, se trata de una exigencia real. De hecho, aquel chaval lo entendió con tal claridad que dice el evangelio que se dio media vuelta y se fue.

Quien tiene su confianza puesta en el Señor, se mantiene vigilante, tiene “ceñida la cintura y encendidas las lámparas”. Es otra llamada que Jesús nos hace reiteradamente en el evangelio, permanecer en una actitud de espera vigilante. La invitación, en forma de parábola, está llena de imágenes: las “lámparas encendidas” que simbolizan la actitud de espera durante la noche, “tener ceñida la cintura” que indica tener levantados y ajustados los vestidos para estar pronto para el servicio. Y Jesús promete que Él mismo se ceñirá, nos sentará a su mesa y se pondrá a servirnos si al volver nos encuentra vigilantes. Esa “mesa” es la imagen del banquete del Reino.

Además en esta parábola Jesús insiste en la actitud vigilante aún cuando la espera se alargue y hace hincapié en lo inesperado de su llegada –“a la hora que menos penséis”, como un ladrón,...


Acaba este fragmento con la respuesta a la pregunta de Pedro, ¿esto va con nosotros? Y Jesús nos refiere al modelo del administrador fiel y solícito, que cumple cabalmente con lo que su señor le confía mientras éste se ausenta. Como colofón nos refiere a la llamada al seguimiento que se convierte en don al que hay que responder “A quien se le dio mucho, se le exigirá mucho; y a quien se le confió mucho, se le pedirá mucho más”.





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