Vaticano II - (17) - Dei Verbum


La Constitución Dogmática Dei Verbum (DV) es uno de los documentos que más discusiones y más acaloradas suscitaron en el Concilio. Algunos padres conciliares, durante los primeros debates propusieron abandonarlo porque sería imposible llegar a un acuerdo. Después de debatirlo en “todas” las sesiones se aprobó el 18 de noviembre de 1965. 


La DV desarrolla en seis capítulos:
1. El hecho de la Revelación,
2. La transmisión de la Revelación,
3. La inspiración divina de la Escritura,
4. El Antiguo Testamento,
5. El Nuevo Testamento,
6. Y la Escritura en la vida de la Iglesia.

Vamos a proponer un párrafo de cada uno de los primeros capítulos para que nos abra el interés por bucear en este texto de contenido denso y dogmático pero absolutamente inteligible y cercano en el que subyacen los fundamentos de la fe, de la reflexión teológica y claves para entender nuestra vida cristiana y poner la Escritura (y la Tradición y el Magisterio de la Iglesia) en el lugar que le corresponde.

Sobre la Revelación (Capítulo I)

“Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación” (DV 1)
Después que Dios habló muchas veces y de muchas maneras por los Profetas, "últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo". Pues envió a su Hijo, es decir, al Verbo eterno, que ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les manifestara los secretos de Dios; Jesucristo, pues, el Verbo hecho carne, "hombre enviado, a los hombres", "habla palabras de Dios" y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió…” (DV 4)


Sobre la Tradición (Capítulo II)

Así, pues, la predicación apostólica, que está expuesta de un modo especial en los libros inspirados, debía conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesión continua. De ahí que los Apóstoles, comunicando lo que de ellos mismos han recibido, amonestan a los fieles que conserven las tradiciones que han aprendido o de palabra o por escrito, y que sigan combatiendo por la fe que se les ha dado una vez para siempre. Ahora bien, lo que enseñaron los Apóstoles encierra todo lo necesario para que el Pueblo de Dios viva santamente y aumente su fe, y de esta forma la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree.
Esta Tradición, que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo: puesto que va creciendo en la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón y, ya por la percepción íntima que experimentan de las cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir, la Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios.” (DV 8)


Sobre la Inspiración de la Escritura

Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. la santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y canónicos los libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado a la misma Iglesia. Pero en la redacción de los libros sagrados, Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando El en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que Él quería”. (DV 11)




Desarrolla a continuación cómo hay que interpretar la Escritura abriendo la posibilidad de utilizar los métodos histórico-críticos y el de los géneros literarios, por ejemplo, que nos han ayudado en este medio siglo a interpretar la Escritura de una manera profunda y apasionante, inteligible y más cercana. Se insiste, sobre todo, en que hay que tener en cuenta, aparte de la literalidad del texto, otros criterios que nos ayuden a entender y profundizar en la Palara de Dios como el mensaje religioso que transmite el texto, la interpretación que ha hecho de él la Iglesia y la coherencia de este texto con el conjunto de la Escritura.

A continuación, en los capítulos cuarto y quinto desarrolla la exposición sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento y finaliza la DV con una recomendación que no queremos dejar de resaltar que se refiere a la recomendación de poner la Escritura en el centro de la vida de la Iglesia (DV 21-26):

Es necesario, por consiguiente, que toda la predicación eclesiástica, como la misma religión cristiana, se nutra de la Sagrada Escritura, y se rija por ella.
Es conveniente que los cristianos tengan amplio acceso a la Sagrada Escritura... Pero como la palabra de Dios debe estar siempre disponible, la Iglesia procura, con solicitud materna, que se redacten traducciones aptas y fieles en varias lenguas, sobre todo de los textos primitivos de los sagrados libros.
La Sagrada Teología se apoya, como en cimientos perpetuos en la palabra escrita de Dios, al mismo tiempo que en la Sagrada Tradición, y con ella se robustece firmemente y se rejuvenece de continuo, investigando a la luz de la fe toda la verdad contenida en el misterio de Cristo.
Es necesario, pues, que todos los clérigos, sobre todo los sacerdotes de Cristo y los demás que como los diáconos y catequistas se dedican legítimamente al ministerio de la palabra, se sumerjan en las Escrituras con asidua lectura y con estudio diligente, para que ninguno de ellos resulte "predicador vacío y superfluo de la palabra de Dios que no la escucha en su interior", puesto que debe comunicar a los fieles que se le han confiado, sobre todo en la Sagrada Liturgia, las inmensas riquezas de la palabra divina.

Así, pues, con la lectura y el estudio de los Libros Sagrados "la palabra de Dios se difunda y resplandezca" y el tesoro de la revelación, confiado a la Iglesia, llene más y más los corazones de los hombres. Como la vida de la Iglesia recibe su incremento de la renovación constante del misterio Eucarístico, así es de esperar un nuevo impulso de la vida espiritual de la acrecida veneración de la palabra de Dios que "permanece para siempre"


No hay comentarios:

No nos hacemos responsables de los comentarios que se realicen.