Comentario al Evangelio del XXII Domingo del Tiempo Ordinario, 1 septiembre 2013


Jesús nos llama hoy a “invitar a los pobres al banquete” que es el signo del Reino. Y es que el sufrimiento no se remedia desde la distancia, sino desde la acogida, la cercanía, la identificación, la solidaridad,… Hoy, día 1 de septiembre, con todo un año por delante, seguro que estás haciendo planes y proyectos para el curso que comienza. ¿Por qué no plantearse su llamada a invitar y ser parte activa de esa misión de la Iglesia en la acogida, la cercanía, la colaboración y la solidaridad? En la parroquia tienes multitud de opciones, Acogida de Cáritas, Cooperación al Desarrollo, Misiones, Grupo de Paro y Conciencia Social, Visitadores de Enfermos, Centro Educacional del Menor,…
¡Anímate, este puede ser un buen comienzo que lleve a buen puerto!
¿Zarpamos juntos?



Las Lecturas del domingo
Primera Lectura. Eclesiástico 3, 17-18.20.28-29
Salmo 67 “Preparaste, oh Dios, casa para los pobres
Segunda Lectura. Hebreos 12, 18-19. 22-24


Evangelio: Lc 14, 1. 7-14

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer; y ellos lo observaban atentamente.
Notando que los invitados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola:
— “Cuando te inviten a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan invitado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que los invitó a ti y al otro y te dirá: “Cédele a éste tu sitio”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al contrario, cuando te inviten, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga quien te invitó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
Y dijo al que lo había invitado:
— “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”.



En todas las sociedades comer es la primera forma de iniciar y mantener relaciones humanas. Dónde, cuándo, qué y con quién come alguien dice mucho de él.

En la sociedad en la que vive Jesús, la postura de estar reclinados en la mesa exigía que alguien sirviese y además el puesto que se ocupaba respecto al anfitrión y la calidad de las viandas era decisivo y vinculaba al invitado con el anfitrión y con el grupo.

La comida encierra un código lleno de mensajes sobre las personas y la sociedad, sobre el grupo y las relaciones entre ellos.

Jesús fue invitado en numerosas ocasiones. Recordemos las Bodas de Caná con la que comienza su ministerio o la Cena con sus discípulos que instituye la Eucaristía.

Es curioso ver cómo Jesús se sienta a la mesa con los fariseos, que no eran precisamente sus mejores amigos y Jesús aprovecha estos encuentros para enseñar.

El evangelio de hoy es uno de esos casos en los que aprovecha la ocasión para brindarnos una enseñanza extrayendo las lecciones de la misma escena que está viviendo. La observación del comportamiento de aquellos que envidiaban los primeros puestos da pie a Jesús para proponernos que seamos comedidos y prudentes, pues a nadie le agrada oír que ha ocupado un puesto más elevado del que corresponde.

Y al mismo tiempo, Jesús hace un elogio de la gratuidad en torno a la comida volviendo del revés los usos habituales.

Jesús recalca que en el Banquete del Reino se invita a aquellos que nunca fueron invitados, aquellos a quienes a nadie se le ocurriría invitar, a aquellos a quienes siempre se les ha impedido comer juntos: Que los pobres estén a la Mesa del Banquete del Reino es el gran gozo de Dios y eso es lo que hay que celebrar aquí en la tierra.

Y ¿quiénes son los pobres de los que habla? Son los “los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte” En la tradición bíblica y en el conjunto de las palabras y gestos de Jesús podemos identificarlos como aquellas personas que están privadas de dignidad y del ejercicio de sus derechos; los que viven en un estado de miseria por razones económicas, carencia de recursos materiales para sobrevivir, por razones sociales, por el ejercicio de profesiones degradantes, por razones religiosas, por vivir al margen de la ley,… Son las personas que se creen condenadas, para los que el Reino de Dios es Buena Noticia, Liberación, Salvación,… son los Bienaventurados.

Dios no hace exclusiones, el Reino es para todos sin distinción. Sin embargo Jesús una y otra vez, como en el evangelio de hoy, se esfuerza en poner de manifiesto que el Padre se conmueve, ante todo, por los pobres, hambrientos, los que lloran, los que sufren,… para quienes el Reino es consuelo, esperanza, liberación,… bienaventuranza.


Los pobres son quienes mejor pueden captar el Reino de Dios como Buena Noticia. Su situación les hace ser más sensibles a descubrir la esperanza de la liberación. Quien está cómodamente instalado no tiene ningún interés en la alternativa del Reino de Dios sino en la prolongación de su estado de satisfacción. No le puede aportar nada Jesús ni su mensaje, su estilo ni la vida que trae.

Jesús nos llama hoy a “invitar a los pobres al banquete” que es el signo del Reino. Y es que el sufrimiento no se remedia desde la distancia, sino desde la acogida, la cercanía, la identificación, la solidaridad,… Hoy, día 1 de septiembre, con todo un año por delante, seguro que estás haciendo planes y proyectos para el curso que comienza. ¿Por qué no plantearse su llamada a invitar y ser parte activa de esa misión de la Iglesia en la acogida, la cercanía, la colaboración y la solidaridad? En la parroquia tienes multitud de opciones, Acogida de Cáritas, Cooperación al Desarrollo, Misiones, Grupo de Paro y Conciencia Social, Visitadores de Enfermos, Centro Educacional del Menor,…
¡Anímate, este puede ser un buen comienzo que lleve a buen puerto!


¿Zarpamos juntos?



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