El Vaticano II promulgó tres declaraciones. No se trata de
documentos menores, pues las tres declaraciones fueron objeto de discusiones extraordinarias
durante las tres etapas del concilio. Las declaraciones exponen el punto de
vista de la Iglesia sobre una situación o problema concreto del tiempo
presente. Concretamente sobre la Educación Cristiana, las relaciones con las Religiones no cristianas y la Libertad Religiosa.
Gravissimum
Educationis, sobre la educación cristiana.
Inicialmente esta declaración se proponía el objetivo de
hacer una defensa de la escuela católica frente al monopolio del Estado aunque
finalmente tomó el rumbo de tratar “la educación” en su sentido más amplio y,
concretamente, mostrar la especificidad de la educación cristiana.
En el tono abierto y optimista del Concilio se afirma en el
proemio que estamos viviendo un momento privilegiado de la historia en cuanto a
la Educación y que la Iglesia no puede estar ausente de este derecho
inalienable de una educación personal, social y también moral y religiosa.
Se afirma el derecho a una educación cristiana (2) y se
identifican los educadores: padres, familia, Sociedad e Iglesia (3 y 4). Se
habla de la importancia de la escuela y de los maestros (5) y del derecho de
los padres a elegir escuela (6). Se dedica un buen espacio, a continuación, a
la identidad y misión de la escuela católica (8-9), las universidades y
facultades (10-11) y la coordinación entre las escuela católicas (12)
Nostra
Aetate, sobre las relaciones con las religiones no cristianas.
El debate de este documento tuvo como telón de fondo claramente
el holocausto y el debate se centró en la religión y el pueblo judío; la
Iglesia se veía en la necesidad de hacer explícito su distanciamiento del “antisemitismo”
y, al mismo tiempo, abordar su relación con el resto de religiones, de una
manera especial con el Islam.
Las religiones son la respuesta a los grandes enigmas de la Humanidad, la Historia, la vida. Y, aparte de la cosmovisión cristiana, se han dado otras formas de dar respuesta al ansia de transcendencia del hombre. Empieza abordando diversas religiones como el hinduismo, el budismo,… para dedicar un número al Islam identificando los puntos comunes con el catolicismo y exhortando a trabajar juntos a musulmanes y cristianos. Después afronta el judaísmo valorando las raíces comunes con el cristianismo para acabar condenando, como estaba previsto, el antisemitismo.
Y el decreto acaba con una declaración que ha sido la música
de fondo de las diversas iniciativas de colaboración entre las distintas
confesiones en los últimos años: Dios es Padre de todos, esta es el alma de
toda religión y el fundamento de la Fraternidad Universal que el mundo espera
que lideren las confesiones religiosas.
Dignitatis
Humanae, sobre la libertad religiosa.
Este documento fue uno de los que levantó un gran debate a
lo largo de todo el concilio. La Iglesia, que tradicionalmente se había opuesto
a la libertad religiosa y de conciencia con el argumento de que “el error no
tiene derechos”, decidió centrarse al final de las discusiones en la dignidad
de la persona –de ahí el nombre de la declaración- para declarar la libertad
religiosa.
El documento aborda la libertad religiosa como un derecho
individual y colectivo. Ésta tiene sus raíces en la Revelación y en el ejemplo
mismo de Cristo y los apóstoles. Se aborda desde el inicio el fundamento de
esta libertad, los deberes y límites de los Estados para promoverla y la
necesidad de promoverla y educar para la libertad religiosa.
La Iglesia reivindica para sí la libertad religiosa.
La Iglesia reivindica para sí la libertad religiosa.
En el pontificado de Pablo VI hubo una serie de jesuitas que basados en la deriva secular neopelagiana implantada por el arrupismo quisieron apartarse de la apuesta fatal desacralizadora porque por esa vía de Arrupe justicialista, ahora beatificable, la Compaía de Jesús dejría de ser Orden Sacerdotal.
ResponderEliminar¿ “el Concilio Vaticano II no podía desviarse de la doctrina tradicional de la Iglesia”?, pues ya se ha visto que sí podía y además eso lo podía ver cualquiera, incluso este servidor de ustedes, todos los que fuimos testigos de las prédicas homiléticas, catequesis "del compromiso histórico", educación sexual en colegios "católicos" con el pase de la película Helga consistente en laxitud moral, Teología Católica pasada a interconfesional en lugar de Teología comparada en todo caso porque no podíamos ni debemos discrepar de hermanos mayores y hermanos separados guardando nuestros dogmas de La Fe Católica en el trastero y seguir adelante colaborando, conviviendo con ellos en lo que se dice que nos une y olvidando lo que nos separa.
¿Hubiera sido posible sin Vaticano II profuso, difuso y confuso aunque no contenga herejía formal, pero sí suficientes ambivalencias y aperturas para dar lugar a este descalabro actual manifiesto?. ¿Elevar a valor de constitución las Declaciones Dignitatis humanae , Nostra Aaetate y Gravissimum educationis?
Ya entonces los simples fieles experimentamos el cambiazo porque la Liturgia Sacramental se quedaba vacía del contenido sacralizante de la teología de la economía de La Gracia santificada. Y muchos sacerdotes se sintieron defraudados como es el caso de los jesuitas ignacianos fieles que se resistieron al arrupismo y solicitaron a Pablo VI poder seguir siendo jesuitas ignacianos en comunidades aparte desvinculados de los arrupitas y que cuando estaba dispuesto a concederlo encomendó Arrupe a Cirarda, luego arzobispo de Pamplona, una gestión personal para disuadir a Pablo VI de la autorización valiéndose de la amistad con el papa Montini desde los días en que Cirarda se había desempeñado como portavoz del episcopado de habla hispana.
Por contra, ¿este horrible desbarajuste desacralizador hubiera podido tener lugar antes del Vativano II en La Religión Católica que al presente se empeñan en amalgamar en la interconfesionalidad ecuménica y por lo mismo profana?
¿Hubiera sido posible que los pugnaces Azagra y Osés llegaran al Episcopado y que Cirarda fuera cómplice y protector de quienes resquebrajaron hasta el descrédito el Sacramento de la Confesión con el sucedaneo de las Penitencias Comunitarias, por hablar solamente de Pamplona tierra otrora de un catolicismo recio e indubitable, ahora un semi erial, y que Cirada privara de sus derechos de ejercer su sacerdocio y dignidades a quien se opuso a semejante despropósito?
El llamdo Espíritu del Concilio nos ha traido hasta aquí y más que originará con el sinodalismo asambleario de las iglesia patrioticas autocéfalas cuyo primer brote rojo de sangre martirial ha sido el cambiazo en China de la Religión Católica a religiosidad patriótica secular hasta con nombramiento de obispo patriótico en diócesis en que era el titular un obispo católico que ha tenido que obedecer quedando de auxiliar.
Un auténtico tremendismo por donde quiera que se mire.