“La fe es un don que no se reserva sólo a unos pocos, sino que se ofrece a todos generosamente. [...] Y es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. [...] ¡Traigamos a este mundo, a través de nuestro testimonio, con amor, la esperanza donada por la fe!” (Mensaje del Papa Francisco en la Jornada Mundial de las Misiones 2013, 1.4). |
Primera Lectura Éxodo 17, 8-13
Segunda Lectura II Timoteo 3, 14-4-2
EVANGELIO Lucas 18, 1-8
Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse.
Les dijo: «Había en cierto pueblo un juez que no tenía temor de Dios ni consideración de nadie. En el mismo pueblo había una viuda que insistía en pedirle: “Hágame usted justicia contra mi adversario.” Durante algún tiempo él se negó, pero por fin concluyó: “Aunque no temo a Dios ni tengo consideración de nadie, como esta viuda no deja de molestarme, voy a tener que hacerle justicia, no sea que con sus visitas me haga la vida imposible.” »
Continuó el Señor: «Tened en cuenta lo que dijo el juez injusto. ¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? Os digo que sí les hará justicia, y sin demora. No obstante, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?»
Una vez más, tenemos la oportunidad de celebrar el DOMUND. Es una cita importante en el caminar de la Iglesia, y este año es especial, porque la estamos viviendo dentro del Año de la Fe; de ahí este lema tan bonito de “Fe + Caridad = Misión”.
Esta Jornada nos recuerda a todos los misioneros y misioneras que han salido de nuestras comunidades, de nuestras ciudades y pueblos, y están presentes en todos los territorios de misión, anunciando y dando testimonio del Evangelio con el sello de la sencillez, de la entrega total a aquellos con quienes están compartiendo su fe y caridad.
Por todas partes se ha suscitado admiración por los misioneros y misioneras. Los medios de comunicación nos los muestran como son: pioneros y modelos de solidaridad. También ha despertado esa admiración el hecho de que los misioneros estén trabajando entre los más empobrecidos del mundo, donde las expectativas de vida son de las más bajas, donde abunda el hambre, donde la marginación y la explotación son una ofensa a la dignidad de esas personas; sin olvidar que muchos misioneros y misioneras ponen en peligro su vida por defender los derechos de los más pobres.
Sin embargo, muchas veces en esta admiración por los misioneros se ha dejado a un lado lo que constituye la clave de interpretación y valoración de sus vidas: ¿Quién es y dónde está su fuerza? Muchos, quizás, no hayan sabido explicarse del todo sobre las razones o motivos que tienen los misioneros y misioneras para esa ejemplar solidaridad y entrega a los demás. El papa Francisco nos lo aclara con estas palabras: “La Iglesia –lo repito una vez más– no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado” (Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2013, 4).
Nuestros misioneros y misioneras son nuestros hermanos universales, porque gastan su vida por el bien de todos los hombres, y son el ejemplo más elocuente de la superación de las divisiones existentes en el mundo por lo que respecta a las razas, a las ideologías, a las culturas... El misionero expresa y vive la solidaridad más extrema y radical, ya que en él se encarna la entrega más plena a los hermanos.
Por eso, todos los misioneros merecen nuestra admiración y ayuda. Ese es el mensaje de esta nueva Jornada del DOMUND, que promueven por el mundo entero las Obras Misionales Pontificias; estas Obras, como repetía recientemente el Papa, tienen el encargo “de sostener la misión y de suministrar las ayudas necesarias” para que los misioneros realicen su labor.
Además, el DOMUND nos recuerda que son necesarias nuevas fuerzas, porque la misión aún está en sus comienzos: más de las dos terceras partes de la humanidad no conocen a Jesucristo.
Pidamos al Señor que llame a jóvenes de nuestras parroquias que quieran ser misioneros y misioneras y tengan la valentía de seguir las huellas de aquellos que están entregando sus vidas, o los mejores años de su existencia, en esta tarea tan maravillosa de solidaridad y anuncio de la Buena Nueva. E imploremos, también, la protección de María, Reina de las Misiones, en favor de todos los misioneros, para que anuncien con gozo el Evangelio.
Tomado de Guión Litúrgico propuesto por las OMP - Obras Misionales Pontificias
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