Comentario al Evangelio del XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, 17 noviembre 2013


El ministerio de Jesús en Jerusalén, del cual vimos un fragmento el domingo pasado, culmina con el llamado “discurso escatológico”. Jesús lanza este discurso en el Templo con tonos del estilo de la apocalíptica judía de su tiempo. El mensaje de Jesús es que no hay que sentirse seguro con el hecho de tener Templo porque un día será destruido.





Primera Lectura: Malaquías 3, 19 – 20a
Salmo 97: El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.
Segunda Lectura: 2ª Tesalonicenses 3, 7-12
Evangelio Lucas 21, 5-19


Como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo:
“Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida”.

Le preguntaron:
“Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?”.

Él dijo:
“Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: Yo soy y el tiempo está cerca. No les sigáis.
Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato”.

Entonces, les dijo:
“Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales en el cielo.
Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio.
Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios.
Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros y seréis odiados de todos por causa de mi nombre.
Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza.

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.



Ante la pregunta de quienes le escuchan por el “cuándo” y el “cómo” de la llegada del “fin” Jesús enumera una lista de acontecimientos trágicos que no son exclusivos de ningún período histórico particular. Lo mismo vale para las persecuciones a los discípulos. Lo que cuenta es que en medio de unas y otras circunstancias debe brillar la fuerza de la fe y del testimonio.

Un discípulo de Jesús no es inmune a las crisis de la humanidad; pero en medio de ellas no puede caer ni en la desesperación ni en la violencia, adormecerse, huir o ignorar la realidad de la vida, sino que todos estos signos que denotan “el desastre” descrito aquí por Jesús en varios niveles, deben movilizar al discípulo a la evangelización con la fuerza profética que debe dinamizar en nosotros la fe.

En medio de las dificultades del mundo (violencia, pobreza, marginación, silenciamiento de las voces críticas) los discípulos estamos llamados a ser “profetas”. El profeta tiene el atrevimiento de encarar con realismo y madurez las violencias presentes y futuras, y en esa lucha, en ese compromiso, despliega todo el dinamismo de la fe, con esperanza y en el amor.

A los interlocutores de Jesús les inquieta el “cuándo” y el “cómo”, pero el verdadero problema está en ver y comprender en esos acontecimientos (“estas cosas”) los “signos” que nos obligan a tomar partido y a movilizarnos.

Parece como si Jesús estuviese preocupado por la fragilidad de sus discípulos cuando les alerta contra la facilidad del engaño, de los charlatanes y los profetas de calamidades que se alzarán como alternativa de salvación. Jesús nos invita a estar atentos y no dejarnos engañar por falsos profetas que aparecen en tiempos de desgracia.

Optar por Jesús, dejarnos interpelar por los signos y movilizarnos sin dejarnos llevar por falsas soluciones u opciones, va a suponer permanecer firmes en la fe e incluso sufrir violencia por causa de la fe. Y la tentación a confundirnos puede estar muy cerca, muy dentro, puede ser muy nuestra. Por ello hay que recoger la insistencia de Jesús en activar nuestra atención y ser sólidos –firmes- en la fe.


Esta llamada de Jesús en las últimas jornadas del Año de la Fe que será clausurado el próximo domingo 27 de octubre en la celebración de Jesucristo Rey del Universo, es un eco de atención y de alerta que debe permanecer en nuestro dinamismo creyente. Jesús espera de sus discípulos que perseveren en la fidelidad porque “con vuestra perseverancia, salvaréis vuestras almas”.


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