Carta a Dios en Adviento (I): ¡Te esperamos Enmanuel!


En cuatro entradas, a lo largo de los próximos días y con estilo epistolar, vamos a dirigirnos a Dios, a lo alto, para entrar en lo profundo de nuestras motivaciones sobre la espera del Adviento -la preparación para la Navidad- y el sentido de la llegada de Dios a nosotros, a nuestra tierra, para hacerse uno de los nuestros, "Dios-con-nosotros", como nosotros.


Querido Dios

Hoy te escribo esta primera “Carta”. Ya llevamos unos días de Adviento, y esto es como la nieve, que poco a poco, a base de caer, acaba cuajando. 

Viene a mi memoria la promesa del profeta sobre el Enmanuel, que dicen que significa "Dios-con-nosotros". Y, perdona, pero no siempre lo entiendo. Incluso, a veces, me entra la duda: ¿eres “Dios-con-nosotros”? Y me pregunto: ¿quiénes somos “nosotros”? ¿Con quién estás? Porque muchos quiere apropiarse de Ti, como si fueses únicamente de ellos.

Y a veces somos tan ilusos que nos creemos que te tenemos, que eres de los nuestros... Y, en realidad ¡sabemos tan poco de Tí!, te vemos tan diferente que nos atrevemos a hacerte a Ti, también, diferente. Y Tú, dale que dale, te empeñas en que eres un “Dios-con-nosotros". 

Y me pregunto: ¿No será que somos nosotros los que tenemos que cambiar para que seas "de verdad" "Dios-con-nosotros"...? 

Y te pregunto: y Tú... ¿con quién estás? 

La verdad es que la respuesta ya me la sé, porque ya lo has dicho con claridad: estás con todos, eres de todos.

Hay quienes dicen que despachan contigo en la intimidad. 
Yo también trato de poner mi antena para comunicarme contigo. Pero a veces parece que no sirve. 
Y Vuelve el silencio en la sala de espera; aunque sé que estás allí, que existes, aunque no logre hablar contigo. 
Yo sé que con ese silencio, me persigues, y me provocas.

Y ¿sabes?, también hay muchos que se cansan de esperar y se largan porque tú no apareces, no les hablas, o no oyen tu voz.  
Y es que Tú pareces no tener hora. No puedo decir que eres puntual o impuntual. Sencillamente, apareces (hablas) cuando te parece bien. 
A nosotros, acostumbrados a los relojes, a las prisas, no nos parece serio ese comportamiento.  

Yo, querido Dios, me he decidido a esperar, a estar aquí y esperar tu venida. 

Sospecho que, a veces, habrás venido y pasado, por mi mismo camino, y no te he reconocido. 
Quizás no has venido vestido como nos dijeron, y he dejado que pasases de largo… 
Quizás es verdad que eres ese "Dios-con-nosotros", y como nosotros, pero mis ojos no te han descubierto.

Dios amigo, sigo buscándote, sigo esperándote. Yo que busco también otras cosas más cercanas, otras cosas que no son Tú. No quisiera tener la mala suerte de que vinieras cuando estoy muy ocupado en ellas. Si eso pasa, te ruego que me grites, que me zarandees fuertemente, que me digas que eres Tú, aunque vengas vestido con un traje viejo, o pidiendo limosna; aunque vengas “colocado” por la droga, o comido tu cuerpo por el sida, aunque acabes de llegar en la última patera como un emigrante, sin patria, ni trabajo, sin dignidad… Hazme comprender entonces, y desde ahora, que Tú, Dios, eres “un Dios-con-nosotros”. 
Te seguiré esperando, aunque vengas disfrazado.



Estas cartas están basadas en las cartas publicadas en Adviento 2012 por Félix González en el blog Corazones en Red http://blogs.21rs.es/


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