¿Enamoras?


Se acerca San Valentín y con San Valentín, el día de los enamorados. Os propongo cambiar el paso y preguntarnos si nosotros, nuestra vida enamora, si somos enamoradores… Algo de esto hay en el evangelio de ayer –llamados a ser sal, ser luz-. Si somos personas que entusiasman, contagian porque se comprometen, motivan y apuntan a valores, luchan y encantan con su vida,… entonces enamoramos, somos enamoradores.




Y me pregunto, te pregunto

¿Tú enamoras?
¿Conquistas, seduces, cautivas,…?
¿Levantas pasiones…?

¿Será porque sonríes…? ¿o porqué no sonríes?

¿O porque tus palabras, tus gestos, abren horizontes, transmiten esperanza,… o proyectan sombras?

¿Conectas, estás cerca,… o tomas distancia, te evades, evitas, te cierras…?

No hay mejor manera de enamorar que hacer ver a quien tienes enfrente que te enamora. ¿Tiene claro tu pareja, tu hijo, tu compi de clase o del curro, tu amigo o vecino que te ha conquistado? ¿Le haces sentir importante, que tiene algo que aportarte, que decirte…?

¿Creas vínculos o elevas barreras?

¿Sorprendes? La sorpresa es, sin duda, el mejor arma para enamorar. Igual eres demasiado previsible, sin tono,… Y hay que dejarse sorprender y buscar sorprender.

Y, ¡cómo no!, el arma por excelencia, hacer que alguien se sienta especial y que es importante para ti… ¡Derrocha “reconocimiento” y generarás de inmediato “gratitud”, dos compañeros inseparables del amor!

Si nuestras palabras, nuestros gestos, nuestra actitud enamora,… y le ponemos nombre a nuestra pasión -vivir la fe y ser testigos del evangelio-, estamos revelando el mismo corazón de Dios que es amor desbordante que se hace cercano, invita y cautiva.






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