Día de luto universal. Un luto con esperanza de Resurrección. Día de crespones negros, pero con la perspectiva de transfiguración. Día de Muerte, que conduce a la Vida. El viernes más santo del año, porque reconcilia el cielo con la tierra, a los hombres con Dios. |
El sacerdote esta tarde en la celebración de la Muerte del Señor ha recorrido el templo mostrando al crucifijo, y cantando:”Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación de mundo”, y el pueblo ha respondido: "Venid a adorarlo". Mañana, en la noche de la gran Vigilia Pascual el sacerdote entrará en el templo con el nuevo cirio y el nuevo fuego, cantando:”Luz de Cristo”, respondiendo la asamblea cristiana:”Demos gracias a Dios”.
ADORAR AL DIOS QUE NOS SALVA Y DAR GRACIAS AL DIOS QUE NOS RESUCITA.
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Jesús dijo en una ocasión: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no da fruto, pero si muere, da mucho fruto". Y ese grano de trigo que es Jesús, muere (como el trigo) y es enterrado en la tierra (sepulcro); por eso da abundante fruto de resurrección.
Es una buena imagen para el cristiano, que debe morir constantemente al mal, a lo que es destrucción, y resucitar a lo que construye, al bien, a lo que Dios quiere y espera.
Ese es el signo del agua en el sacramento del bautismo, por la cual el nuevo cristiano entra en esa dinámica, a imitación de Cristo: de muerte y vida. Porque el agua es signo de muerte y signo de vida.
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“NO PUEDE HABER MAÑANAS DE RESURRECCIÓN
SIN TARDES DE VIERNES SANTO"
La cruz no es sólo la señal del cristiano, sino que tiene que llevarla, como fiel Cireneo, juntamente con Cristo. Y no forzado y obligado, sino con el convencimiento, de que no puede haber seguimiento de Jesús sólo en el Tabor, sino también en la “vía dolorosa”.
El sepulcro, signo del poder de la muerte, se convierte en signo del poder de Dios. Quedará vacío. La muerte ha sido vencida. Nuestro futuro sepulcro, a imitación del de Jesús, resplandecerá de gloria y de triunfo. Esa es la gran realidad que nos ayuda a vivir en alegre esperanza.
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LA CRUZ NUESTRA GLORIA
La historia de Jesús no termina en la muerte. Cuando recordamos la cruz de Cristo, nuestra fe y esperanza se centran en el resucitado. Por eso para San Pablo la cruz era motivo de gloria (Gál 6, 14).
Hoy parece que asistimos a la desaparición progresiva del símbolo de la cruz. Desaparece de las casas de los vivos y de las tumbas de los muertos, y desaparece sobre todo del corazón de muchos hombres y mujeres a quienes molesta contemplar a un hombre clavado en la cruz. Esto no nos debe extrañar, pues ya desde el inicio del cristianismo San Pablo hablaba de falsos hermanos que querían abolir la cruz: “Porque son muchos y ahora os lo digo con lágrimas, que son enemigos de la cruz de Cristo” (Flp 3, 18).
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