La devoción a San José es uno de los legados más ricos que Santa Teresa, cuyo Centenario celebramos hoy, nos dejó. Fue determinante en su espiritualidad y, de hecho, no se puede entender bien el Carmelo Teresiano sin la experiencia josefina de la Santa. Nuestra Santa castellana es también referencia para la Congregación de San José –Josefinos de Murialdo- que tiene encomendado el cuidado pastoral de nuestra parroquia. De hecho Teresa de Jesús es la Patrona de la Viceprovincia de España y le queremos rendir este homenaje y con ella a San José. Y esta entrada es mi homenaje particular a los tres josefinos, a Mariano-Pepe-Javi, que nos acompañan en nuestro camino de fe a quienes les agradezco personalmente y en nombre de todos, seguro, su dedicación y entrega pastoral a cada uno de nosotros. |
La presencia de san José en los escritos y en la espiritualidad de santa Teresa comienza en su juventud con su devoción personal al Santo en el tono de la religiosidad popular del momento y pasa a ser determinante en su misión de reformadora y fundadora.
Hay tres momentos decisivos que marcan en su vida esta devoción: su curación de la parálisis, hacia los 26-27 años; su "conversión", a los 39 y su primera fundación a los 47 (el palomarcico de San José, la primera fundación de la Santa erigido el 24 de agosto de 1562).
A ello alude en su Autobiagrafía (Vida 6,6): "...este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo (parálisis), como de alma (conversión)".
La centralidad de San José en la obra teresiana, en su misión eclesial de reformadora y fundadora se ve con claridad en dos detalles. La andariega castellana llevaba siempre consigo en el carromato una imagen de san José (lo testificarán sus compañeras de viaje, así como sus biógrafos Ribera y Gracián). Y una vez fundado cada nuevo Carmelo, encomendaba al Santo una de las puertas de la casa. Santa Teresa no sólo hará a San José titular y patrón de casi todas sus fundaciones, sino que incluso le otorgó el título de "fundador" de la nueva familia religiosa.
Pero leamos en sus propias palabras la intensidad de esta devoción a San José y las recomendaciones que hace tal como lo cuenta en el Libro de su Vida (6, 6-8)
"Como me vi tan (enferma), y en tan poca edad, y cuál me habían parado los médicos de la tierra, determiné acudir a los del cielo para que me sanasen... y tomé por abogado y señor al glorioso San José y encomendéme mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad, como de otras mayores de honra y pérdida de alma, este padre y señor mío me sacó con más bien que yo le sabía pedir. No me acuerdo, hasta ahora, haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo. De los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma. Que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; de este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas; y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra..., así en el Cielo hace cuanto le pide... Procuraba yo hacer su fiesta con toda la solemnidad que podía, más llena de vanidad que de espíritu...
Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso Santo por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios, que no la vea más aprovechada en la virtud... Paréceme ha algunos años, que cada año en su día le pido una cosa, y siempre la veo cumplida. Y si va algo torcida la petición, él la endereza, para más bien mío. Si fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena gana me alargara en decir por menudo las mercedes que ha hecho este glorioso Santo a mí y a otras personas. Sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción. En especial personas de oración siempre le habían de ser muy aficionadas... Quien no hallare Maestro que le enseñe oración, tome este glorioso Santo por maestro y no errará el camino. Plegue al Señor que no haya yo errado en atreverme a hablar de él, porque, aunque publico serle devota, en los servicios y en imitarle siempre he fallado".
La vida de la Santa, sabrosa en anécdotas, nos deja innumerables detalles de su devoción a San José pero dejadme que os cuente dos, la de San José Parlero y su invitación a hacer de San José nuestro Maestro de Oración.
Cuando el P. Pedro Fernández la nombró Priora del convento de la Encarnación en 1571, ella consciente de la oposición y negativa de la mayoría de las monjas a aceptarla como Priora, se presentó en el Convento para su toma de posesión con la imagen de San José y, al tiempo que colocaba la imagen de la Virgen en la silla prioral, acomodó la imagen de San José en la silla subprioral; esta imagen cuenta la santa que luego le parlaría (le contaba) todo lo que las monjas hacían, que por eso se le llamó el Parlero, y de tanto hablar San José Parlero quedó con la boca abierta milagrosamente.
También llama la atención su invitación a que las almas de oración sean devotas de San José y le tomen como Maestro de Oración –y eso que no conservamos ni una palabra en los evangelios, cuanto menos instrucciones u orientaciones para orar-. Dice la Santa: "En especial personas de oración siempre le habían de ser aficionadas...Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro y no errará en el camino" (Vida 6,8).
Glorioso Patriarca San José,
cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles,
venid en mi auxilio en estos momentos de angustia y dificultad.
Tomad bajo vuestra protección
las situaciones tan serias y difíciles que os encomiendo,
a fin de que tengan una feliz solución.
Mi bienamado Padre,
toda mi confianza está puesta en Vos.
Que no se diga que os he invocado en vano
y puesto que Vos podéis todo ante Jesús y María,
mostradme que vuestra bondad
es tan grande como vuestro poder. Amén.
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