¿Qué queremos decir, cuando hablamos del Espíritu Santo, de la Tercera Persona de la Trinidad, de aquel que vamos a recibir el día 15 en el Sacramento de la Confirmación…? ¿Cómo acercarnos, aproximarnos a su misterio…? |
Si miramos en el diccionario la palabra “Espíritu” nos aparece:
(Del lat. spiritus). m. Don sobrenatural y gracia particular que Dios suele dar a algunas criaturas. Principio generador, carácter íntimo, esencia o sustancia de algo. Vigor natural y virtud que alienta y fortifica el cuerpo para obrar. Ánimo, valor, aliento, brío, esfuerzo. Vivacidad, ingenio. Es estar, permanecer
¿Qué queremos decir, cuando hablamos del Espíritu Santo, de la Tercera Persona de la Trinidad, de aquel que vamos a recibir el día 15 en el Sacramento de la Confirmación…? ¿Cómo acercarnos, aproximarnos a su misterio…?
¿El Espíritu es Fuerza? ¿Pasión? ¿Energía? ¿Voz? ¿Silencio? Es eso y no lo es…
Es, sobre todo, la presencia de Dios entre nosotros. Es el aliento de Dios en nosotros, ese vínculo que nos une a Él, salvando el tiempo, la distancia y la profundidad. Y cuando le dejamos habitar en nosotros, no nos anula, sino que nos ayuda a encontrar la vida más plena, más profunda, más apasionante.
Decimos que el Espíritu está en nosotros, que nos alienta y también que nos sostiene. Decimos que es Dios mismo que habita en mí, que me ilumina, me hace libre y hasta me guía, sin saber apenas cómo.
Quizás tiene que ver con la forma en que Jesús se queda formando parte de cada uno, de nuestra vida, con creer que Él vive también hoy entre nosotros.
El Espíritu es quien nos hace parecernos un poco más a Jesús, aprender de lo que hacía y decía, pararnos a escucharle de verdad.
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