Una Navidad con sabor a Evangelio


Mientras se van escondiendo los signos religiosos de la Navidad o se los relega a lo irrelevante,… no nos podemos resignar a perder el relato y el sentido de la Navidad… Pero como sucediera en el corazón de la primera Navidad tenemos que hacerlo significativamente pero sin ruido; que se note, con alegría, pero sin escándalo; que cale en lo profundo y se libere en lo que hacemos y vivimos; que llegue, como entonces, a los pequeños y sencillos. Y que, como entonces, nos llene de alegría y de gozo, porque este Misterio toca y hace vibrar lo más profundo de nuestro corazón…






¿Cómo vivir la Navidad con sabor a evangelio?
Parece que en el despilfarro y el lujo no se desenvolvió la Navidad.
Ni se reveló a los poderosos de aquel tiempo a quienes parece que permaneció oculto.
El entorno que acompañó al Niño no fue precisamente triunfal.
La Navidad sucedió en la profundidad de lo humilde y sólo escucharon su mensaje los pobres pastores y los sabios magos de corazón noble que hicieron camino en búsqueda, dejándose guiar por los signos de los tiempos que acogieron como llamada.

¿Y si nos hace falta de verdad que apaguen el relato para redescubrir el corazón evangélico de la Navidad…?
¿Y si necesitamos despojar de tanta superficialidad la Navidad para reencontrarnos con la verdadera Navidad…?
¿No será que tenemos que descentrarnos del lío que hemos montado en torno a la Navidad para poner el centro en el Misterio de Dios hecho Niño…?

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