Relatos, palabras, símbolos y gestos


El evangelio de este domingo es una de esas narraciones que todos conocemos, llena de plasticidad tal como la cuenta Juan, relata una escena entrañable y, sobre todo, llena de sentido.



No sobra en la narración ni un solo gesto, ni falta tampoco. Leedla con detenimiento, poniendo atención en la sucesión de gestos, pensad en las miradas, la complicidad, la confianza y el asombro por el que pasan los personajes. Poned el foco en Jesús al leer el texto y saboread sus palabras. Poned el foco en María -¡qué discreta y cómo cambia todo!-. Podéis poner el foco en los discípulos que están en sus primeros momentos con el Maestro… ¡qué expectativas…! ¡confiemos…! Y podéis poner el foco en los novios a quienes casi se les arruina la boda y ni se enteran de cómo se ha resuelto una calamidad.
El simbolismo no lo perdáis de vista... Por acentuar tres símbolos: se habla de una boda, el signo mesiánico del banquete y la unidad con Dios. Vinculado este símbolo al vino, signo de la alegría y la abundancia, también resuenan ecos de toda la simbología que rezuma en el Cantar de los Cantares. Y el que más me gusta, las tinajas vacías y cómo ese vacío aguado finalmente se transforma en vino… Cuántos vacíos y vida aguada llenan nuestros días y nuestra vida y la llevamos a la Eucaristía para que el Señor la transforme.
Y fijaos, por último, en las palabras, en los mensajes. Están llenas de fuerza las palabras de María: “No tienen vino” –haceos idea de cuando una madre dice algo como esto, vamos, como el que no quiere la cosa, de estos sabemos todos-. “Haced lo que él os diga” Este es, creo, después de su “sí” al ángel, el gran mensaje de María a los creyentes y a nuestras comunidades porque ¿qué otro mensaje mejor que éste nos podía dar? ¿qué otro mensaje mejor podemos dar?








Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús; y fue invitado Jesús, como también sus discípulos, a la boda.

Faltó el vino, y la madre de Jesús se dirigió a él:

-No tienen vino.

Jesús le contestó:

-¿Qué nos concierne a mí y a ti, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.

Su madre dijo a los sirvientes:

-Cualquier cosa que os diga, hacedla.

Estaban allí colocadas seis tinajas de piedra destinadas a la purificación de los Judíos; cabían unos cien litros en cada una. 

Jesús les dijo:

-Llenad las tinajas de agua.

Y las llenaron hasta arriba.

Entonces les mandó:

-Sacad ahora y llevadle al maestresala.

Ellos se la llevaron. Al probar el maestresala el agua convertida en vino, sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), llamó al novio y le dijo:

-Todo el mundo sirve primero el vino de calidad, y cuando la gente está bebida, el peor; tú, el vino de calidad lo has tenido guardado hasta ahora.

Esto hizo Jesús en Caná de Galilea, como principio de las señales; manifestó su gloria, y sus discípulos le dieron su adhesión.

JUAN 2, 1-11




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