Todos tenemos algo que recibir y también mucho que aportar. |
Con la Primera Comunión comienza una nueva etapa del crecimiento en la fe de aquellos que entran en la etapa de la adolescencia y se preparan a hacer el tránsito a la juventud, un momento en el que tenemos que tomar decisiones, se van consolidando nuestro mundo de valores y se van asentando nuestras opciones.
En esto grupos de Poscomunión (a partir de 5º de Primaria) vamos haciendo este tránsito de la adolescencia acompañados y en grupo.
Nos acompaña la Comunidad Cristiana del Recuerdo que nos va integrando en la vida de la parroquia y abriéndonos en profundidad a los misterios de la fe, a la vida de oración y la celebración cristiana, participando más activamente en la vida de la Iglesia y damos nuestros primeros pasos en el compromiso transformador de nuestro entorno.
Y nos acompañan los amigos de nuestro grupo con quienes podemos compartir lo que nos inquieta y nos reta del mundo que vamos descubriendo y que se nos hace incierto y complejo. Poder afrontar el futuro con fe y confianza, con esperanza y desde la apertura y la entrega a las causas que merecen la pena, descubrir con alegría todo lo bueno y bello que somos y nos rodea,... Porque no es lo mismo hacerlo solos que acompañados.
Cuando el grupo ha madurado y consideran que están maduros para dar el paso, ellos mismos piden la Confirmación y se celebra este Sacramento con el que se cierra el ciclo de la Iniciación Cristiana inaugurada en el Bautismo. En este momento, los confirmandos reciben el don de la plenitud del Espíritu Santo que va dibujando en ellos la imagen de Jesús, haciéndonos a su estilo y según el proyecto de Dios para nosotros.
Tender lazos, atar cabos, firmar pactos
poniendo todo en el intento.
Si uno no es capaz de ligarse a nada ni a
nadie,
al fin, ¿no quedará un poco solo,
un poco triste, un poco a medias?
Porque la vida no sólo es pasar,
sino dejar huella, complicarse,
implicarse en las cosas y en las luchas
diarias
que merecen un esfuerzo.
Que decir “sí, quiero”,
no es sólo para el matrimonio,
sino para mucho antes,
para tantas pequeñas opciones
que suponen apostar
y poner un poco el alma en juego.
Dejarse envolver en la vida, que grita y
llama.
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