Comentario al Evangelio del V Domingo del Tiempo Ordinario. 10 de Febrero de 2013.




Lc. 5, 1-11
Por Ángel Moreno.  
Es capellán y Párroco del Monasterio de Buenafuente del Sistal –Guadalajara- y de las parroquias del entorno. Profesor del Instituto Teológico de Vida Religiosa y del Instituto Superior de Pastoral. Es colaborador en diversas revistas de espiritualidad. 





 Isa 6, 1-2. 3-8; Sal 137; I Cor 15, 1-11; Lc 5, 1-11

Evangelio. Lucas 5, 1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos barcas que estaban junto a la orilla: los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.

Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
-Rema mar adentro y echad las redes para pescar.

Simón contestó:
-Maestro nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande, que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo:
-Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.

Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zedebeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón:
-No temas: desde ahora, serás pescador de hombres. Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.




A quien haya tenido el privilegio de peregrinar a Tierra Santa, estoy seguro de que la evocación del Mar de Galilea, que hoy hace el Evangelio, le traerá recuerdos muy emotivos.

Cada año peregrinamos a la tierra de Jesús, y  la noche en  que embarcamos para hacer una oración en medio del mar, sintiendo la brisa, la humedad, el oleaje, se queda grabada para siempre y deja gustar la presencia del Nazareno.

Genesaret es el lago donde Jesús pronunció el nombre de los discípulos y el lugar de la llamada, de la experiencia sensible, afectiva, consoladora, que ellos tuvieron de su Maestro. Tiberiades es memoria del primer “sí”, del encuentro enamorado, de la luz pascual junto a las brasas, de la certeza de que Jesús ha resucitado.

Ante la fascinante figura de Jesús, que poco a poco va desvelando su identidad a los discípulos con diversos signos, la respuesta adecuada es el seguimiento, mas a su vez, cuando el Señor deja percibir su divinidad, la conciencia de debilidad, de pobreza y hasta de pecado, se apodera del corazón de los llamados. El temor, el miedo, la indignidad llegan a ser argumentos para rehusar la invitación a ir detrás de Jesús.

Las tres lecturas de este domingo coinciden en la misma reacción. Isaías, al contemplar la visión del trono de Dios, exclamó: “¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros…”. Simón Pedro, ante la pesca milagrosa, reacciona sobrecogido: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. San Pablo reconoce: “No soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios”.

En los tres casos, el poder del Señor supera la debilidad humana, y sobre la vulnerabilidad de personas débiles construye el misterio de la Iglesia. “Jesús dijo a Simón: -No temas, desde ahora serás pescador de hombres”. Pablo confiesa: “Por la gracia de Dios soy lo que soy”. En el caso del profeta Isaías, la imagen del ángel purificador asegura al profeta el perdón: “Mira: esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado”.

Sólo queda reaccionar como lo hicieron ellos. Isaías responde: “Aquí estoy, mándame”. Pablo reconoce: “Su gracia no se ha frustrado en mí”. Los discípulos de Genesaret “sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”.

Si escuchas la llamada a ir detrás de Jesús, si percibes una moción interior a comprometerte por el Evangelio, si sientes impulsos nobles de generosidad, nunca la debilidad será argumento para dar la respuesta más generosa. Jesús es capaz de llenar nuestras redes vacías. Sólo hace falta actuar en su nombre.
Como Pedro, podemos responder: “Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes”.

Ángel Moreno
Tomado de ciudadreonda.org







1 comentario:

  1. Buen día, donde puedo conseguir la canción tan hermosa que suena en esta pagina? me la podrian proporcionar?


    Parroquia la Asunción, Chiquimula, Guatemala

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