“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, semejante a un viento impetuoso, y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. Hechos 2, 1-4 |
“Estaban todos en un mismo lugar…”
¿Dónde estoy yo…? ¿Me encuentro cerca o lejos de la comunidad de Jesús…? ¿Me siento perteneciente a su familia?...
Oremos con mucha atención pidiendo, por medio de María el Espíritu que nos una y nos mantenga firmes en la fe y perseverantes en la comunidad cristiana.
“De repente vino del cielo un ruido…”
¿Qué ruidos son los que llenan nuestro corazón? ¿Qué voces llenan nuestro interior…? ¿Qué deseos nos atrapan y arrastran…? ¿Busco el silencio como experiencia que me plenifica y humaniza…?
Oremos con insistencia pidiendo, por medio de María Corazón Inmaculado, el Espíritu que nos sobresalte con su voz, que nos despierte de nuestros sueños…
“Semejante a un viento impetuoso…”
El viento, al soplar mueve los árboles, empuja las velas de los barcos, hace rodar las aspas de los molinos… ¡es movimiento! ¿Hay en mi vida movimiento…? ¿Hacia dónde…? ¿Crezco… o estoy paralizado…? ¿Avanzo… o retrocedo…?
Oremos pidiendo, por medio de María el Espíritu que nos mueve hacia Dios y hacia los hermanos y nos hace crecer en fe y en caridad…
“Llenó toda la casa donde estaban…”
¿De qué está llena nuestra casa, nuestro domicilio particular…? ¿Abunda la comprensión…, el diálogo…, el servicio…, el perdón…, la paz…, el respeto…, el amor…? ¿O está lleno de tensión…, incomunicación…, egoísmo…, desconfianza…, envidias…, críticas…, injusticias?
Oremos en este momento por nuestra familia pidiendo, por medio de María Corazón Inmaculado al Espíritu que llene nuestro domicilio de los dones del amor.
“Entonces aparecieron lenguas como de fuego…”
El Espíritu del Señor se presenta unas veces como paloma, otras como viento,… ahora como fuego. Es un fuego que ilumina, que calienta, que purifica, que se expande…
Oremos pidiendo, por medio de María el fuego de amor del Espíritu que nos ilumine porque estamos a oscuras…, que nos caliente porque estamos fríos…, que nos purifique porque estamos sucios…., que nos vivifique porque estamos como muertos…
“Esas lenguas de fuego se repartían y se posaban sobre cada uno…”
Todos recibieron el Espíritu Santo. No quedó nadie sin el don del Espíritu.
Miremos ahora a nuestro alrededor… fijémonos en silencio en los rostros que nos rodean…
Pidamos el don del Espíritu para cada una de las personas de nuestro barrio… pidamos el don del Espíritu para aquel de entre nosotros que más lo necesite…
“Todos quedaron llenos del Espíritu Santo…”
Oremos pidiendo, por medio de María el Espíritu que nos llene de la vida de Dios, que nos transforme porque no somos capaces de cambiar por nosotros mismos, que nos convierta en los cristianos que hoy el mundo necesita, que nos convierta en hombres y mujeres nuevos…
Recibimos como Iglesia, comunidad de los seguidores de Jesús, el regalo del Espíritu Santo. Regalo de sus siete dones: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
Siete dones que recibimos con los brazos abiertos porque nos hacen falta para hacer memoria continua del vivir y el actuar de Jesús.
Espíritu Santo, gracias por tus dones, magníficos. Regalos envueltos en la suavidad del Amor y la sabiduría del Padre. Regalos que hacen presente siempre a Jesús.
Espíritu Santo, eres el Regalo, el máximo regalo. Nadie da tanto. Tú te das a los seguidores de Jesús y a tantos hombres y mujeres de buena voluntad. Tú mueves el mundo con el aliento de tu presencia.
Necesitamos la seguridad de tu Amor y tu continua protección. Protege sobre todo a los pobres.
Al hilo de esta fiesta, os anunciamos que el sábado, día 18 de mayo, a las 22:00 horas, en la parroquia de San Blas, habrá una vigilia de Pentecostés para adolescentes y jóvenes de todo nuestro arciprestazgo. ¡Os esperamos!
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