Descanso, cita conmigo mismo


Sin previo aviso y sin consejo nos hemos tomado quince días de descanso. Sólo una persona me preguntó qué sucedía –una amiga de Guatemala-. Valentín decía que no aguantaríamos ni una semana y hemos aguantado dos: sólo se dejó ver, muy discreto y sin ruido, el evangelio del domingo. Y es que estamos en Verano, momento para el descanso.




Todos necesitamos un momento, al menos uno, para trazar una línea detrás de la que colocar la vida y el ritmo cotidiano. Una línea desde la que poder mirarla sin mezclarse con ella. Una línea para cruzarse de brazos, para inspirar el aire y la luz de Dios y ver “lo nuestro” iluminado por Dios y verterlo sobre “lo nuestro”, los nuestros, lo cotidiano, con sus logros, con las heridas,… para que Dios bendiga y cure, sane e inspire,…

Quien más, quien menos, nos tomaremos unos días de descanso en las próximas semanas. Hablamos de un descanso de calidad, distinto, divertido o relajado,… Y hay quien lo añora porque la casa sigue reclamándonos excesos de dedicación o los niños nos apuran las gotas de energía que aún llevamos. Y hay quien tendrá que hacer de verano momento de planificación o energético porque está a la vuelta de la esquina un nuevo trabajo, la nueva etapa, un momento decisivo,…

Para cada quien habrá ocasiones –bastantes, seguro- para citarnos con uno mismo, con los sucesos personales y sociales que han pasado este año y con la perspectiva que Dios continúa aplicando a las cosas.

Gusta de esos momentos, saboréalos con la distancia necesaria y en la presencia de Dios. Sal al fresco del Espíritu en medio del calor del desierto de la soledad. No desaproveches esos momentos de gracia que el Buen Tiempo del Espíritu te regala para encontrarte contigo mismo, con lo más profundo y radical de ti, que lo habita Dios y desde esas profundidades te llama, inspira y lanza a una nueva vida, una vida renovada.

Nosotros continuaremos desde aquí provocando, tratando de suscitar inspiraciones en ti, de verter alguna motivación, incitando tu contemplación y activando tu escucha interior a la voz de Dios.


¡Sigue conectado!


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