A menos de cuatro meses de su elección, y gracias a que el trabajo estaba “prácticamente completado” por Benedicto XVI, el Papa Francisco nos ha regalado su primera encíclica que sostiene la solidez teológica de Ratzinger en cada página y se enriquece con el afecto y el calor vital de su sucesor Bergoglio. El hecho de que la encíclica haya sido mayoritariamente escrita por Benedicto, con una introducción y un epílogo de Francisco y firmada por él, la convierten en un documento único en su género ya que con esta encíclica se nos regala el magisterio conjunto de dos Papas. |
La autoría del Papa Ratzinger se ve con claridad en su estilo, en sus profundos anclajes teológicos y hasta en los autores citados: desde San Agustín a Santo Tomás, pasando por Dostoievski, Martin Buber, el rabino Di Kock o Wittgenstein.
Lumen Fidei, “La Luz de la Fe” completa el cuadro de las virtudes teologales que Benedicto XVI había iniciado con sus encíclicas sobre la esperanza y la caridad, pensando en dejar la fe para este momento: el cincuenta aniversario del Concilio Vaticano II, celebrado con el Año de la Fe que se clausura el próximo 24 de noviembre.
El Papa Francisco, párroco y pastor, enmarca el objetivo -la fe es y sigue siendo "una luz grande, de una verdad grande" y "con capacidad para iluminar toda la existencia del hombre"- e inmediatamente pasa la batuta y la pluma al Papa teólogo y brillante intelectual, que traza una de sus acostumbradas lecciones teológicas magistrales. Quizás, esta vez, incluso haciendo un esfuerzo mayor de divulgación y dulcificando sus propuestas en clave de amor. La fe a la luz del amor o desde el amor, la clave en la que coinciden ambos Papas.
El primer capítulo presenta la fe de Jesucristo, el verdadero “testigo fiable” que revela cómo es Dios y que nos ayuda a verlo del modo en que él mismo lo veía, como Padre. Pero la fe no es sólo conocimiento, “es un don gratuito de Dios que exige la humildad y el valor de fiarse y confiarse, para poder ver el camino luminoso del encuentro entre Dios y los hombres, la historia de la salvación”.
El segundo capítulo, más práctico, aborda la relación entre “fe y verdad”, y también entre “fe y amor”. El Papa Francisco advierte que “la fe, sin verdad, no salva. Se queda en una bella fábula, la proyección de nuestros deseos de felicidad”. Al mismo tiempo, se traduce en amor a Dios y a los demás. Por eso, la fe no es intransigente, y el creyente no es arrogante, sino que practica de modo natural el diálogo.
El capítulo tercero se centra en la evangelización, pues la fe es para difundirla, y en el modo en que todo se refuerza gracias a los sacramentos del bautismo y la eucaristía.
Por último, el capítulo cuarto se refiere al bien común, es decir, al modo de organizar la sociedad según los criterios de la fe, con detalles sobre el modo de vivirla en la familia fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer, en las relaciones sociales, en el respeto a la naturaleza que es manifestación de Dios– y en los momentos difíciles del sufrimiento y de la muerte.
El Papa Francisco concluye con una hermosa oración poética a la Virgen a la que nos unimos:
¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra,
para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos,
saliendo de nuestra tierra
y confiando en su promesa.
saliendo de nuestra tierra
y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor,
para que podamos tocarlo en la fe.
para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él,
a creer en su amor,
sobre todo en los momentos
de tribulación y de cruz,
cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
a creer en su amor,
sobre todo en los momentos
de tribulación y de cruz,
cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús,
para que él sea luz en nuestro camino.
para que él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros,
hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo,
tu Hijo, nuestro Señor.
hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo,
tu Hijo, nuestro Señor.
Muchas gracias. Tenia muchas ganas de leerla
ResponderEliminargracias, esta tarde en cuanto tenga un ratin, echo un vistazo.
ResponderEliminar