Reflexión compartida en el Pórtico de esta Semana Santa en Familia: Semana de Pasión, de Jesús y de la Humanidad


 Queridos amigos, ha llegado un año más la Semana Santa. 
Nos preguntamos todos seguramente: ¿Es posible celebrar la Semana Santa y la Pascua así? Sí, recuperando la dimensión familiar.








SEMANA SANTA EN FAMILIA  

SEMANA DE PASIÓN: 
DE JESÚS Y DE LA HUMANIDAD

 Queridos amigos, ha llegado un año más la Semana Santa.
Nos preguntamos todos seguramente: ¿Es posible celebrar la Semana Santa y la Pascua así? Sí, recuperando la dimensión familiar.

 También el pueblo de Israel en exilio, privado del templo, no se desanimó, y otorgó a los padres de familia la celebración de la Pascua, así también nosotros tenemos que aprender a celebrarla en nuestras casas, unidos alrededor de la Palabra.

 En familia podemos recordar los últimos días de la vida de Jesús, uniendo sus sufrimientos a los nuestros, a nuestras fatigas y esperanzas, en esta situación tan dura y jamás sospechada.  La nuestra será este año, de forma especial, una participación activa y espiritual a los sufrimientos de Cristo, unidos a los nuestros y de toda la humanidad.

 Preparemos en casa un lugar para la oración, simple y digno, con algún signo que nos ayude: la Biblia, una vela, una imagen. El Padre, que ve en lo secreto, acoge siempre nuestras súplicas.

 La participación a las transmisiones televisivas y radiofónicas, el acceso a los materiales de nuestro Blog, nos mantendrán unidos y nos ayudarán a vivir en comunión espiritual. En el Blog vais a tener material para celebrar de forma sencilla y participativa la Semana Santa con vuestros hijos.

 Sintámonos en comunión y llevemos en el corazón a todos, y a toda nuestra comunidad, a todos nuestros enfermos, a las personas que están solas, a nuestros amigos que se nos han ido, con la tristeza de no haber podido acompañarlos.

 No hemos podido realizar, en este tiempo de Cuaresma, la Celebración penitencial y recibir el Sacramento de la Reconciliación, pero es posible obtener el perdón con el arrepentimiento sincero de nuestros pecados y con el propósito de recibir, cuando sea posible, la absolución sacramental. Dios siempre perdona a un corazón arrepentido y humillado.

 Con el Domingo de Ramos, recordamos la entrada de Jesús en Jerusalén: el último viaje, la última peregrinación a la ciudad santa para festejar la Pascua, el día de la liberación para los judíos. Amigos, familiares, vecinos, se iban uniendo a la caravana. Entraron cantando y agitando ramas de olivo y alfombrando con mantos la calzada.

 Nosotros, en nuestras casas, podemos celebrarlo así: reunirnos alrededor de la mesa del salón, colocando un crucifijo en el medio y teniendo en las manos algún signo (flores, dibujo…),   leer el Evangelio de Mateo 21, 1-11 y  luego rezar esta oración de bendición:

Dios omnipotente y eterno, bendice estos signos y concédenos a nosotros tus fieles, que acompañamos a Cristo, nuestro Rey y Señor, llegar con Él a la Jerusalén del cielo. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

 Los que hoy acompañamos a Jesús en el recuerdo de su entrada triunfal en Jerusalén, le queremos acompañar también en su Pasión , en su despedida del Jueves Santo, en su muerte el Viernes Santo, pero sobre todo en la Vigilia Pascual y en el Gran Domingo, el de la Resurrección. Ya no en nuestro templo parroquial sino en el templo de nuestras casas, de nuestras familias. Entramos en un tiempo que nos hace reflexionar.

  Un gran teólogo cristiano, D. Bonhoeffer, hace tiempo escribió: “Todos los hombres van a Dios en sus sufrimientos, lloran pidiendo ayuda, felicidad, pan, liberación de la enfermedad, de la muerte. Así lo hacen todos; todos, cristianos y paganos…Los hombres van a Dios en su sufrimiento, lo encuentran pobre, ultrajado, sin techo, sin pan… Los cristianos están cerca de Dios en su sufrimiento”.
¡Qué actuales son estas palabras, para la situación que estamos viviendo!

 Esta es la semana de la suprema cercanía, la cercanía de Dios a nuestros sufrimientos. También aislados en nuestras casas, los cristianos estamos cerca de cuantos sufren y lo hacemos en el lugar donde respiramos mejor: delante de la CRUZ 

 Miremos al Calvario y contemplemos a un hombre desnudo, clavado y moribundo. Un hombre con los brazos abiertos en un abrazo que no excluye a nadie. Un hombre que no pide nada para sí. Se olvida de sí mismo y se preocupa de quien muere a su lado: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

 La Cruz  es el injerto del cielo dentro de la tierra, el punto donde un Amor eterno penetra en el tiempo como una gota de fuego y estalla y enciende. Después de más de dos mil años, también nosotros como las mujeres al pie de la cruz, el centurión,  el buen ladrón, creemos hondamente que en la Cruz está la suprema atracción de Dios.




“¿Por qué la cruz /
la sonrisa / la pena inhumana? / Créemees así de simple / cuando se ama”(J. Twardowski)


 ¡Tú que has salvados a otros, salva a ti mismo, si eres el Cristo!     Lo dicen todos, jefes, soldados, el ladrón: “haz un milagro, baja de la cruz y te creeremos”.  Cualquier hombre, cualquier rey, pudiéndolo, bajaría de la cruz. Él, no. Sólo Dios no baja del leño, porque sus hijos no podemos bajar.

 Aquí encontramos la cercanía absoluta de Dios: de Dios a mí, de mi a Dios.

 Vivamos estos días intensamente. Celebremos en familia la verdadera liberación: Jesús ha muerto y ha resucitado para toda la humanidad.

 Un recuerdo muy entrañable para los que, con mucho pesar, en estos días nos están dejando, por todos los que están enfermos del virus y de tantas otras enfermedades.

 Una oración y agradecimiento a cuantos se desviven para aliviar esta pandemia. ¡Ánimo!

Unidos y en el Señor,   
volveremos a resucitar  
y a confiar en que  ¡CRISTO VIVE!




¡Feliz Semana Santa en Familia!
Mariano Zenere, párroco



https://twitter.com/eljartista






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