Feliz Pascua



Hermanxs

 ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya!
¡Feliz Pascua a todos!
 Todos los días del año serían necesarios para celebrar el acontecimiento central de nuestra fe, que Cristo ha resucitado. Y, de hecho, lo celebramos en cada sacramento, en nuestra oración, con nuestro compromiso,... Pero en estos días se nos invita a saborearlo, centrarnos en el acontecimiento, adentrarnos en el misterio de Cristo Vivo.




Fijaos qué acontecimiento, qué encuentro, qué experiencia: aquellos hombres que se encontraron con el Resucitado, los discípulos que se habían dispersado y abandonado a Jesús a su suerte, ya no volvieron a ser los mismos después de revelárseles Jesús Resucitado.

En la resurrección de Jesús se muestra el misterio de Dios, descubrimos con asombro que la “muerte” ha dado paso a la “vida”; a Jesús, rechazado por todos, Dios le ha resucitado y glorificado. Por ello la resurrección de Jesús nos ha revelado de manera definitiva el misterio del corazón de Dios que pone vida donde nosotros ponemos muerte. Nos deja ver a un Padre “apasionado por la vida”, que nos llama a hacernos presentes allá donde se produce la muerte, para defender la vida y luchar contra todo aquello que la destruye o la deshumaniza.

Durante estos cincuenta días, toda la Iglesia estamos llamados a alegrarnos, a reavivar nuestra fe recuperando la experiencia viva de Cristo Resucitado, a llevar vida a todos los ámbitos en los que nos movemos, a inundar de la vida del Resucitado todos nuestros espacios vitales y especialmente, aquellos espacios que se cubren de muerte, de injusticia, de deshumanización,…

La Iglesia comienza una nueva etapa llena de esperanza con el Pontificado del Papa Francisco, nuestra parroquia acogerá en la Mesa de la Eucaristía a 90 niños que celebrarán su Primera Comunión entre los días 11 de mayo y 2 de junio, un pequeño grupo de adultos celebrará el Sacramento de la Confirmación al finalizar el tiempo pascual y con los enfermos de la parroquia celebraremos el Sacramento de la Unción el viernes 7 de junio a las 6 de la tarde. Disfrutaremos con la fiesta de las familias el 21 de abril y las fiestas de la parroquia en torno al 25 de mayo y acogeremos con gozo, al final de los cincuenta días pascuales, el 19 de mayo, los dones del Espíritu que conduce esta Iglesia renovada y llena de entusiasmo con la vista puesta en el horizonte y el corazón arraigado en la fe.

Esta es la Pascua del Año de la Fe. Cincuenta días son muchos días y cuando algo se prolonga mucho (como es el caso de la Pascua) se corre el peligro de irse olvidando de la importancia de lo que se celebra. Merece la pena en este Año de Gracia paladear despacio e interiorizar la Resurrección.

Debemos ir asimilando la centralidad de la Resurrección, lo que supone en nuestra vida de fe. Como aquellos discípulos que se encuentran con Cristo Resucitado, si vivimos la experiencia profunda de encuentro con el Resucitado, no la podremos callar, por más que nuestras palabras no logren nunca expresar la intensidad, viveza y plenitud de esta experiencia.


La experiencia de Cristo resucitado fue tan marcada en la vida de los discípulos, que necesariamente tenían que hablar de ella, a quienes no la habían tenido. Bueno, no sólo hablar de ella, sino también testimoniarla, es decir, proclamar su verdad, incluso, llegado el caso, con el sufrimiento y con la vida.

En las lecturas que escucharemos en estos días podemos percibir cómo los cristianos, durante los primeros años, y como primer anuncio, eran monotemáticos. Lo único que decían era que "Cristo fue crucificado, pero que Dios lo resucitó de entre los muertos". Todo lo demás gira en torno a este gran mensaje. No proclaman ideas, por muy bellas que puedan ser, sino acontecimientos vividos en primera persona.

Esta experiencia de Cristo resucitado no fue pasajera, sino que llegó a incorporarse, por así decir, a su misma existencia en este mundo, y por este motivo, nunca dejaron de proclamar con sus labios y con su vida la resurrección de Jesucristo.

¿Cómo encontrarme con Cristo resucitado? La experiencia se hace o no se hace, se tiene o no se tiene. La fe está arraigada en esta experiencia vital, el encuentro con Cristo Resucitado que transforma a la persona. La experiencia viva de Cristo resucitado es un don de Dios, y lo primero que habrá que hacer es pedirla: ¡Pidamos a Dios en este domingo de Pascua la gracia de esta experiencia!, ¡que nos disponga a recibir el don de esta experiencia, mediante el desarrollo de una sensibilidad espiritual creciente! ¡que nos conceda una mayor capacidad de escucha y de docilidad al Espíritu, para descubrir su voz y su presencia en el rumor de los signos de los tiempos, en estos tiempos de crisis!

Hacer la experiencia viva e intensa de encuentro con el Resucitado tocará y cambiará nuestra mentalidad, costumbres, estilo de vida, el modo de relacionarnos con los demás, los criterios de acción, nuestra implicación y compromiso con la sociedad, nuestro sentido de la verdad, de la justicia, de lo definitivo,... que es, que Dios tiene la última palabra, la definitiva, la que queda en la memoria, la que zanja la historia,…  y ya la ha dicho en Jesús devolviéndole la vida.

¡Qué Dios nos conceda el don de encontrarnos con Cristo Vivo esta Pascua!  ¡Feliz Pascua!




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Lectura para meditar y orar

Sé vasija nueva




"Levántate y baja a la casa del que trabaja el barro; allí te haré oír mis palabras."
Bajé pues donde el alfarero que estaba haciendo un cántaro, pero este le salió mal, así que lo volvió a empezar, transformándolo en otro cántaro a su gusto.
Así te habla Yavé: "Yo puedo hacer lo mismo contigo, pueblo de Israel, como el barro en manos del alfarero, así eres tú en mis manos" Jer. 18. 1-4



Un hombre tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros.

Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie desde el arroyo, hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota solo tenía la mitad del agua.

Durante dos años completos esto fue así diariamente, desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada.

Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque solo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su deber.

Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole así: “Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas solo puedes entregar la mitad de mi carga y solo obtienes la mitad del valor que deberías recibir”.

El aguador, le dijo compasivamente: “Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino”.

Así lo hizo la tinaja. Y en efecto vio muchísimas flores hermosas a lo largo, pero de todos modos se sentía apenada porque al final, solo quedaba dentro de si la mitad del agua que debía llevar.

El aguador le dijo entonces: “¿Te diste cuenta de que las flores solo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a lo largo de todo el camino por donde vas y todos los días las has regado; y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar mi hogar. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza”.


Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener mejores resultados, entonces no nos detengamos a quejarnos por nuestros defectos, sigamos adelante y busquemos la mejor cara de todos ellos. Estos días pascuales son una buena oportunidad para dejarte modelar de nuevo. Tú puedes ser una vasija nueva.







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