Viernes Santo: ¡QUE HABLE LA CRUZ!


No son necesarias muchas palabras en este día de Viernes Santo. Dios lo ha dicho todo. Dios lo ha dado todo por Cristo, con Cristo y en Cristo. Además, la cruz, ya lo dice todo.





 Jamás, Dios, en tan poco espacio de tiempo, había hecho tanto por el hombre. La lectura y meditación de su Pasión es suficiente, reconforta, y nos da cien mil vueltas a lo que nosotros, con mil explicaciones, quisiéramos decir o completar en esta hora de muerte.

Cortas palabras, la tradición pone 7 en los labios de Jesús,  en este momento, donde –en el cielo- Alguien parece haberse vuelto loco para permitir tanto en pro de nosotros los hombres.

Escasas palabras, hermanos, hacen falta en Viernes Santo. La cruz lo explica y lo llena todo. Es el mejor altavoz por el que podemos escuchar la profundidad del amor de Dios. Es el mejor escaparate, o la mejor fotografía del auténtico rostro de Dios en Jesús. El amor gigante de Cristo se palpa, se siente, se visualiza en un lenguaje que todos entendemos: se entrega hasta morir. Se entrega por amor y con amor.


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Danos, oh Cristo, también a nosotros, esa fuerza que te ha hecho soportar el cruel madero.
Descúbrenos, Señor, el secreto que te ha permitido ser fiel hasta el final. Aún en medio de ingratitudes y desprecios.
Ábrenos, Señor, al Misterio que nos revelas, sin tapujos ni vergüenza, en la soledad del Calvario.


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Hermanos, sólo Dios, vive en el corazón de Cristo. Sólo a Dios, Jesús, buscó, amó y sirvió con toda su alma y con todas sus fuerzas.

¿Podemos pedir más? ¿Qué nos sugiere la Pasión y Muerte de Jesús? ¿Qué motivaciones y sentimientos despierta en nosotros Jesús colgado de la cruz? ¿Nos lleva a Dios? ¿La cruz de Jesús, nos sigue hablando del amor de Dios o, tal vez, se quedó como amuleto en el pecho de alguno o como simple adorno?

Es Viernes Santo. Dios lo ha dicho todo. Dios lo ha hecho todo. Dios lo ha dado todo……por dar, nos ha dado hasta lo más grande y único que poseía: a su Hijo.


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En este Año de la Fe hemos de recuperar, con todo lo que ello conlleva, el símbolo de la cruz. Para vivir, conocer y dar testimonio de nuestras convicciones cristianas es necesario dejarnos traspasar por esa gran lección de generosidad, negación, humillación y obediencia que Jesús nos enseña desde ese alto pupitre formado en dos maderos: la cruz.

No nos podemos conformar con el hecho de que sea un signo universal más o menos conocido. Para nosotros, en este Viernes Santo, es algo que ha de conformar y configurar nuestra propia existencia.

Basado en una reflexión de Javier Leoz en Betania.es

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